Hace años, cuando mi hermosa hija menor Nikita era una niña, ella y yo solíamos jugar en el carro, en medio de las eternas colas caraqueñas, a ser conductores de un programa radial al que llamábamos “El Mundo al revés”. Allí, nosotros volteábamos todos los valores del mundo. Por ejemplo, recomendábamos a nuestros imaginarios radioescuchas no tomar por la autopista Francisco Fajardo, ya que estaba asquerosamente despejada. En cambio, les aconsejábamos conducir hasta la autopista de Prados del Este, para que pudieran disfrutar de una formidable tranca. En una oportunidad Nikita me entrevistó a mí mientras yo caracterizaba a un político que prometía corrupción, hambre, delincuencia y pobreza. La entrevistadora, mi hija, decía: “Candidato, con esas promesas usted será, sin duda, nuestro próximo Presidente”. Y así, cosas por el estilo.
Como suele suceder, con los años mi hija Nikita y yo, hemos sido testigos de que realidad, tarde o temprano terminó por superar a la imaginación, por más afiebrada y loca que ésta haya sido.
Hoy los venezolanos vivimos en un mundo al revés. Un mundo, o un país, en donde los valores han sido trastocados de una manera espeluznante. La diputada “fosforito” golpea frente a las cámaras de televisión, en vivo, a su entrevistador, para luego afirmar que “ellos”, (¿los chavistas?), son enemigos de la violencia.
Nuestro Presidente habla sin la menor cautela sobre la “Guerra de los Cien Años” contra el imperio gringo, y acto seguido se declara el líder de una revolución bonita, llena de amor y de paz. Se mueve como un patriota nacionalista al mismo tiempo que abre las compuertas a la más inaudita invasión extranjera (la cubana) que nunca ningún país en la historia del mundo llegó a padecer: una invasión por invitación.
En su alocución del 3 de diciembre en la madrugada, acepta, con una ira contenida, el triunfo de sus “enemigos”, y 48 horas más tarde califica o descalifica ese triunfo legal y legítimo, absolutamente ajustado a sus reglas y computado por las manos de sus más serviles colaboradores, como una “victoria de mierda”.
El mundo al revés, según Chávez.
Lo cierto es que el bien merecido triunfo del NO, es una victoria de una envergadura y de unos alcances muchísimo más grande de lo que la oposición y el mismo chavismo son capaces de asimilar y digerir en este momento.
Este triunfo no es, ni de lejos, la estocada mortal contra Chávez. Es apenas una pequeña herida asestada contra un gigante que se consideraba a sí mismo no sólo invencible, sino intocable.
Los resultados electorales deben ser analizados con la frialdad de un matemático, la pasión de un guerrero y la malicia de un bandolero.
Un gigantesco error sería considerar que esta victoria es un triunfo de la oposición. NO. Este triunfo es una victoria de Venezuela. La abstención de la oposición (por negligencia, por cansancio, por fijar una postura ante la ilegalidad de origen de la propuesta de Reforma planteada por Chávez) fue abrumadora. Entre los 4.260.014 votos obtenidos por el “NO”, hay que reconocer una importante participación de chavistas.
La conclusión es obvia: la salida democrática de Chávez está en manos de los propios chavistas. Así como en el pasado los adecos y los copeyanos fueron eliminados del escenario político por los propios adecos y copeyanos (¿o es que acaso los chavistas nacieron de la NADA, y a los adecos y copeyanos se los tragó la tierra?)
El conjunto de electores venezolano es uno solo. Hasta hace un año, el número de votantes que apoyaban a Chávez y todas sus propuestas era sensiblemente superior a los que lo adversaban.
Como no hay manera de “crear” nuevos opositores de la nada, el único camino de la oposición para incrementar sus filas es y será, restárselas al chavismo.
En este momento la oposición cuenta a su favor con un importante número de chavistas que, al menos momentáneamente, han dejado de lado su fanático fervor ante el autoritario líder y se han permitido la posibilidad de pensar y actuar con criterio propio. Eso no es poco.
Pero es PRECISO que las fuerzas opositoras encuentren el camino para CONECTARSE con esa masa de electores y logren mantenerla de nuestro lado. No estoy seguro de que sean capaces de hacerlo, a menos que sean capaces de cambiar su discurso y su óptica política.
¿Hasta cuando los cabecillas de la oposición, los que tienen acceso a los micrófonos de las radios, a las cámaras de televisión y a las tarimas de los encuentros políticos, van a insistir en llamarse a sí mismos y a sus seguidores como la SOCIEDAD CIVIL?
La Sociedad Civil me suena a mí y a los chavistas duros y blandos a Martha Colomina, a Chacao, a Sambil.
Pueblo. Somos Pueblo, ¡carajo!. La oposición TAMBIÉN es Pueblo.
En rigor, este importantísimo triunfo del “NO”, no es un verdadero triunfo de las fuerzas opositoras, sino un fracaso de Chávez. El resultado es el mismo. Pero no es lo mismo darle muerte al enemigo a que el enemigo, el solito, por sus propias manos, se haya suicidado.
El país está sediento de futuro. El presente, este presente chavista, se ha comenzado a parecer demasiado al pasado adeco-copeyano. O peor: nunca antes hubo tanta corrupción y tanta miseria. Nunca como ahora ha habido tanto poder para el que gobierna, y tanta humillación para los que somos gobernados.
El país aspira a una VI República. A un país distinto al reinado de adecos y copeyanos, y a un país distinto a esta pesadilla chavista.
Los héroes de esta honrosa jornada electoral han sido los estudiantes, libres de todo pasado, y Baduel: el soldado apegado a derecho que no busca otro objetivo que mantener el hilo constitucional de la República.
María Isabel, la ex-Primera Dama, jugó un rol menor, pero sería injusto restarle méritos a su valentía.
Héroes Anónimos hubo muchos: millones!!! Todos los venezolanos que acudimos a las urnas a votar, siendo chavistas u opositores, a cumplir con nuestro deber.
Un último comentario: ¿acaso alguien se cree el cuento de que Chávez y sus secuaces aceptaron su derrota con menos de 1% de diferencia?
No me jodas!!!
La diferencia fue arrolladoramente mayor. SIN LUGAR A DUDAS.
En mi humilde opinión, Chávez ha pronunciado dos frases históricas. Una de ellas, el 4 de febrero de 1992, sometido y rodeado de cámaras: “Por ahora”.
La segunda, un poco más reciente, el 3 de diciembre de 2007, a los pocos minutos de su segunda derrota: “Le aconsejo a la oposición que sepan administrar su victoria”.
Es un buen consejo. No importa de donde venga, ni que venga de nuestro peor enemigo. Creo que Chávez nos debía ese consejo.
Nikito Nipongo Nada.
Este artículo puede ser parcial o totalmente reproducido sin autorización del autor. Basta con señalar la autoría.
Si le parece interesante este análisis, puede reenviarlo vía email.
sábado, 8 de diciembre de 2007
sábado, 1 de diciembre de 2007
LAMENTABLEMENTE, MI TIA LUCRECIA CREE QUE DEBE VOTAR POR CHAVEZ.
NIKITO NIPONGO NADA
Mi tía Lucrecia, Lucrecia Nipongo, es chavista. De corazón. Eso, a primera vista, podría sonar a elogio para el mismísimo Chávez. Pero a mi juicio, no lo es. Para mí no es más que una víctima de una epidemia colectiva que, sin razón ni derechos ni argumentos, se ha apoderado de un inmenso número de venezolanos.
Mi tía Lucrecia es una descontenta. Jamás fue creyente ni una verdadera católica. Muy al contrario: su juventud estuvo marcada por las fiestas y las rumbas. Y eso no está mal. Bien por ella. Lo malo es que un buen día, a pesar de haber educado a sus hijos bajo la religión católica, ella se volvió evangélica. Eso tampoco está mal, a no ser porque esa conversión asumió parámetros de fanatismo. De la noche a la mañana, no fue capaz de mover un dedo sin antes invocar el sagrado nombre de Dios. Un Dios estricto, severo, implacable.
En mis años de niñez, recuerdo que nada tan indiferente a mi tía Lucrecia como la política. Lo de ella era una rumba. La fiesta. El desenfreno.
Pero de la noche a la mañana, como antes se volvió evangélica, mi tía se volvió chavista.
Ahora, ella cree en el socialismo, a pesar de que está consiente de que todos los personeros y cómplices del Régimen andan en sendas camionetas, y ella sigue andando a pie, como siempre. Ella está conciente de la enorme corrupción que reina entre los funcionarios oficialistas. Sin embargo, lo acepta, ya que “Chávez no puede arreglarlo todo en un solo día: hay que darle tiempo”.
Hace pocos minutos he hablado con ella por teléfono, para disuadirla de su voto para mañana domingo 2 de diciembre. Sin embargo, ella no tiene dudas. Su voto será para el SI.
Hoy día, mi tía Lucrecia es mucho más pobre que hace diez años. Ella le achaca esa pobreza a su vejez: ya anda bordeando los 80 años.
Lo primero que me dijo al tomar el teléfono, es que ella es muchísimo más vieja que yo, que me lleva muchísima más vida, y que, en consecuencia, ella tiene una riqueza de vida que yo no tengo, y el equivocado soy yo, jamás ella.
No importa que yo tenga dos carreras universitarias y dos post grados. No importa que yo haya ganado premios nacionales e internacionales producto de mis investigaciones. Ella es más vieja que yo y, por tanto, ella sabe más que yo.
Mi madre murió en los albores del año 2000. Le he recordado a mi tía Lucrecia que ella, mi madre, era más vieja que ella. Aún así, ella, mi madre, fue una radical antichavista desde el mismísimo 4 de febrero de 1992. Ella se defiende que mi madre, que en paz descanse, siempre fue una adeca de corazón, ya que mi padre, Adonde Nipongo, fue un líder adeco de la resistencia perijemenista de los años 50. Y que él, mi padre, le había lavado el cerebro.
Le recuerdo que yo jamás he sido adeco, mucho menos aún copeyano. Ella se defiende diciéndome: “pués yo no lo sé”.
Me temo que mi tía tiene una respuesta para todo.
Ella, mi tía Lucrecia, me ha dicho que no sólo va a votar por el SI, sino que espera que Chávez se siga luciendo internacionalmente como hasta ahora lo ha venido haciendo.
Lo que para nosotros, la Venezuela sedienta de libertad y de dignidad es una humillación internacional, para mi tía Lucrecia es un orgullo patrio.
Que Zapatero haya salido en defensa de su más acérrimo opositor (Aznar), y que le haya brindado a Chávez una ejemplar lección de que al enemigo, antes que nada, hay que respetarlo, para mi tía Lucrecia no significa nada. Ella está feliz y ORGULLOSA de que Chávez se haya comportado como un verdadero patán.
Entre gritos (lo juro, no pude evitarlos) le he explicado a mi tía que yo pienso y creo que el socialismo es una tendencia política absolutamente respetable en el mundo. Pero, le he dicho, “tía, esto no es socialismo: lo que se nos viene encima es una monarquía chavista”.
Pero a ella eso no le importa. Creo que incluso no le importa vivir al borde de la indigencia. A ella lo único que le importa es sentirse que “ahora” tiene el Poder.
A ese fanatismo de mi tía Lucrecia (antes rumbera, ahora evangélica y chavista) es al que mañana nos vamos a enfrentar.
Le he recordado a mi tía que las personas más cercanas a Chávez (Miquelena, su “padre” político, María Isabel, su ex-esposa, Baduel, el General de la Dignidad, hoy día se le oponen ante este golpe de estado constitucional.
A ella nada de esto la llama a la reflexión. Para ella, para mi tía, ellos no son otra cosa que TRAIDORES.
Siempre he dicho que no podemos desesperarnos ante la voluntad y el deseo de salir de Chávez. Siempre he dicho que Chávez no es otra cosa que la más lamentable consecuencia de querer salir de los adecos y los copeyanos a como diera lugar, a cualquier precio.
Sin embargo, hoy día pienso que hay que salir de Chávez, hay que salir de esta farsa llamada “socialismo-revolución” a como dé lugar.
No podemos continuar permitiendo que un alucinado continúe pregonando a diestra y siniestra “la guerra de los cien años” contra Bush y sus secuaces, sin que nadie en este país Tenga las BOLAS de hacer y asumir lo que hay que hacer.
Nada más lejos de mi intención que invocar un golpe de Estado por parte de los militares. Aún así, me permito recordarles que tarde o temprano tendrán que rendir cuentas ante su sumisa actitud ante locura llamada CHAVISMO.
A mi tía Lucrecia la salva su ignorancia y sus buenas intenciones. Pero a los Generales, a los Coroneles, a los Gobernadores, a los Alcaldes chavistas, a ellos la Historia ya los tiene condenados.
Una flor: antes de terminar mi llamada telefónica, mi tía Lucrecia me dijo que si acaso ganaba el NO, bajo el supuesto más que negado, era porque la oposición había ejecutado un FRAUDE.
No me jodas, tía. Con todo el respeto.
Para mí, este es el comienzo del fin. Aunque Chávez gane o pierda, este es el comienzo de su final. Él mismo buscó y eligió la calle ciega en donde encontraría su final.
Vota. Hoy debes votar. Vota según tu preferencia.
Pero no importa que seas chavista o antichavista: ni en uno o en otro caso, tienes derecho a regalarle a u solo hombre el destino de un país.
Venezuela es mi tierra, mi vientre, mi madre.
La estrella, la protagonista de toda esta contienda no somos ni tú ni yo: es la Patria.
Una Patria que hay que saber amar. Hasta con la vida. No puede haber ningún proyecto político que sea superior a la Patria. Ante que chavistas u opositores, somos venezolanos.
No voy a pedir que votes SI, o NO. Vota, simplemente, por Venezuela!
Venezuela es de todos. Siempre, hasta ahora, ha sido de todos.
viernes, 30 de noviembre de 2007
¿CHÁVEZ FOREVER? NEIN!
HE RECIBIDO A MI CORREO ELECTRÓNICO UN EMAIL DEL PROFESOR ROLDÁN ESTEVA-GRILLET QUE ME GUSTARÍA COMPARTIR CON MIS LECTORES. EN UN MOMENTO COMO ESTE, EN EL QUE VENEZUELA SE PRESTA PARA VIVIR UNA DE SUS MÁS PROFUNDAS CRISIS, ESTA BREVE NOTA SE TORNA DE OBLIGATORIA LECTURA PARA TODOS LOS VENEZOLANOS. DICHO ESTO, DESEARÍA QUE EL LECTOR INTERESADO NO SÓLO LA LEA, SINO QUE DE SER POSIBLE LA DIFUNDA A TRAVÉS DE EMAILS O DE BLOGS.
Roldán Esteva-Grillet
La primera revolución del siglo XX, la mexicana, se inició con dos consignas: “Sufragio efectivo, No reelección”. Una vez superada la etapa violenta y con una nueva constitución en 1917, a la primera no se le hizo mucho caso y eso explica el que por setenta años la misma gente gobernara, hasta que la presión de la sociedad civil logró adecentar el sistema electoral y dar espacio a la alternabilidad, superando la “dictadura perfecta”. En cuanto a la segunda consigna -originada en la permanente reelección del general Porfirio Díaz-, bastó con que uno de los caudillos surgido de la revolución, Álvaro Obregón, quisiera volver en 1928 a la presidencia para que un estudiante de artes plásticas se encargara de recordarle esa consigna, con un certero balazo en pleno festejo. Desde entonces, todos entendieron que lo de la no reelección era un principio inviolable
La práctica de cambiar las constituciones para asegurarse la continuidad en el poder ha sido tradicional en Latinoamérica. También el alzamiento militar contra esas pretensiones que se calificaban de “continuismo”. Muchos de nuestros países han cambiado o reformado sus respectivas constituciones en los últimos tres lustros. Algunas, como la de Brasil o la de Argentina, para introducir la reelección inmediata, en tanto que la del Perú fue forjada por Fujimori, hoy sometido a juicio, para asegurarse un tercer mandato. En Haití, un tercer intento de Aristide provocó una sublevación popular que sólo la intervención extranjera, sacándolo del país, impidió su linchamiento.
De los actuales presidentes suramericanos, a Lula se le ha tentado y ha respondido dignamente que no se considera el único capaz de gobernar ese gran país. A Uribe, en la vecina Colombia, ya le están cantando las sirenas para que se lance por tercera vez. En Venezuela, no sólo hemos vivido dos reelecciones en el período democrático -al cabo de diez años del primer ejercicio- sino que a ambos postulantes (CAP y Caldera), con mayor edad y en un país en crisis, no les fue muy bien.
Producto de esa crisis resultó Chávez, un teniente coronel que aspiró, vanamente, a llegar al poder sin mediar elecciones, y luego de la brevísima cárcel sufrida, lo que quería era armar una guerrilla. Gracias a Miquilena, que le organizó un partido, llegó al poder por vía electoral, en 1998. Modificada la constitución “moribunda” con aumento del período de gobierno de cinco a seis años (estilo México) y reelección inmediata, ahora la quiere modificar para poder gobernar por siempre. Cada siete años convocaría a elecciones, con todos los recursos del Estado a su favor a fin de impedir posturas contrarias a su ideología, consideradas un atentado a la nación, como Luis XIV: L’Etat c’est moi.
Si en estos casi diez años hemos vivido “en el peligro”, como le gustaba a Mussolini, habrá que preguntarse para qué tanta alharaca por uno más que desea perpetuarse en el poder. Pues, la respuesta es muy sencilla: para poder pensar por nuestra cuenta sin la amenaza de atenernos a las consecuencias, como en Cuba. Ante la propuesta de un Chávez para siempre, no hay que responder como los alemanes, sino con un simple y rotundo NO, sin que nos quede nada por dentro.
sábado, 10 de noviembre de 2007
El calibre moral del General en Jefe (r) Raúl Isaías Baduel
Simplemente, una bomba. Un misil, las declaraciones del ex ministro de la Defensa Raúl Baduel. Hasta allí, creo que todos estamos de acuerdo.
Un obediente, militante y amplio sector del chavismo, lo ve simplemente como un TRAIDOR. Otro sector dentro del mismo chavismo, sin embargo, por primera vez se atreve a disentir a los deseos del amo y a recomendar escuchar estas voces de alerta que se levantan dentro del mismísimo corazón de la Revolución.
Por su parte, un sector de la oposición recibió con bombas y platillos a este nuevo aliado, mientras que otro, lo mira con legítima suspicacia, dudando si las declaraciones de este militar rebelde no son más que un nuevo caballo de Troya, al estilo del blandengue, escurridizo y oportunista Arias Cárdenas.
Pero el caso es que Baduel ni es Arias Cárdenas, ni es el “perro de quinta” de Carneiro, siempre dispuesto a menearle la cola al amo. No hay que olvidar que Baduel fue llamado “el General de la Dignidad” por haber comandado el operativo cívico-militar que derrotó el espeluznante golpe de Estado del 11-13 de abril del 2002, y devolvió a Chávez al poder.
Tras muchas cavilaciones, el “general de la dignidad” optó por actuar, ya que como soldado constitucionalista, le debía lealtad al mandato democrático que hacía de Chávez el legítimo Presidente de Venezuela. El hilo constitucional, en ese momento (abril de 2002), se había roto. Y Baduel estaba allí, para restaurar su continuidad.
En esta oportunidad, noviembre de 2007, Baduel, junto a un enorme sector de la Venezuela chavista y opositora, ha logrado ver (sin mucho esfuerzo) que el hilo constitucional, una vez más, está a punto de romperse a través de una Reforma Constitucional a todas luces ilegal.
No hay contradicciones en las posiciones de Baduel. Tanto en el 2002, como ahora, en el 2007, Baduel se mueve bajo el sólido escudo de la legalidad y, sobre todo, de la legitimidad.
Usando un verbo descarnado y punzante, no ha dudado en calificar la Reforma Constitucional en puertas como un “Golpe de Estado de Facto”.
Una aseveración como esta, dicha por la amorfa e inconsistente “oposición”, no sería más que una frase vacua y oligarca. Pero dicha de la boca de uno de los aliados más emblemáticos de la revolución chavista, es, sin duda, un certero sablazo a las aspiraciones monárquicas y totalitarias de Hugo Chávez Frías, el amo.
Cuando una figura tan arrastrada, obediente, militante y servil como la de Tascón se pronuncian en defensa de las declaraciones de Baduel, hay que entender que lo que se ha producido dentero de los pilares políticos del chavismo no es un brutal terremoto, sino un verdadero cataclismo de consecuencias impredecibles.
Baduel no es el General de Tres Soles repartidor de leche y huevos, como su homólogo Carneiro. Baduel ha demostrado ser, de forma consecuente y coherente, un soldado apegado a la Ley. Y ha demostrado tener el suficiente arrojo moral para, primero defender a su Presidente y Comandante en Jefe, para luego ponerle las esposas, cuando ese mismo Presidente se quita la careta y quiere convertirse en Monarca Absolutista y Fundamentalista.
Baduel ha acusado al amo Chávez de “abusar de la lealtad” de los integrantes de las fuerzas armadas. No es poco lo que dice ni es poco lo que confiesa.
No hay que olvidar tampoco que Baduel sí es un militar con verdadera ascendencia y respeto dentro de las Fuerzas Armadas venezolanas. A tal punto ha sido la aparatosa conmoción que ha causado dentro de las fuerzas armadas, que generales como el “perro de quinta” (en ejercicio) de Carneiro y el General de Brigada (r) Mario Arveláez Rengifo, han salido corriendo a los poderosos cuarteles de Aragua y Guárico para recordarles y ordenar a los militares que no es el momento para analizar ni pensar, si no para buscar votos para el SÍ. “No tienes que leer ni pensar nada, sólo tienes que apoyar el SI”, es la consigna que los funestos generales intentan implantar.
“La avaricia rompe el saco”, como diría en una de sus salidas folklóricas el recién fallecido ex-presidente Luis Herrera Camping. Y la avaricia de Chávez, el amo, es infinita.
Chávez mismo se ha puesto la soga al cuello. Es hora de que todo el malestar del pueblo chavista que ha creído en una revolución que poco provecho le ha brindado, se haga sentir. Es hora de que la digna resistencia del pueblo opositor coseche sus frutos.
En las paredes de las Universidades y principales ciudades del país han comenzado a vestirse con calcomanías y afiches que dicen: “Chávez SI, Reforma, NO”.
Este es el comienzo del fin.
La élite del poder chavista no puede ocultar por más tiempo la opulencia en la que cómodamente se ha agazapado. Para ellos las palabras Revolución, Socialismo, Igualdad, se han convertido en un excelente negocio. La frase “Patria, Socialismo o Muerte” es sinónimo de igualdad de hambre para el pueblo, y camionetas último modelo para los dirigentes “revolucionarios”.
Las fuerzas políticas y militares del país no pueden continuar haciéndose los ciegos ante la invasión de cubanos al país, que llegan a nuestra patria, la DE TODOS LOS VENEZOLANOS, como si llegaran a una colonia en donde ellos son los colonizadores.
Sea uno chavista o antichavista, hay que no tener sangre en las venas para no indignarse cuando el Presidente de Venezuela, el amo Chávez, declara, en medio de un delirio de amor y admiración que raya en lo homoerótico, al moribundo Fidel Castro como el “Padre Nuestro que estás en la Tierra”.
Estamos en presencia del comienzo del fin.
"Nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo a un mismo ciudadano en el poder. El pueblo se acostumbra a obedecerle y él se acostumbra a mandarlo; de donde se origina la usurpación y la tiranía".
SIMÓN BOLÍVAR.
NO al abstencionismo.
VOTA “NO”.
(Este artículo puede ser reproducido parcial o totalmente, indicando únicamente la autoría: NIKITO NIPONGO NADA)
Un obediente, militante y amplio sector del chavismo, lo ve simplemente como un TRAIDOR. Otro sector dentro del mismo chavismo, sin embargo, por primera vez se atreve a disentir a los deseos del amo y a recomendar escuchar estas voces de alerta que se levantan dentro del mismísimo corazón de la Revolución.
Por su parte, un sector de la oposición recibió con bombas y platillos a este nuevo aliado, mientras que otro, lo mira con legítima suspicacia, dudando si las declaraciones de este militar rebelde no son más que un nuevo caballo de Troya, al estilo del blandengue, escurridizo y oportunista Arias Cárdenas.
Pero el caso es que Baduel ni es Arias Cárdenas, ni es el “perro de quinta” de Carneiro, siempre dispuesto a menearle la cola al amo. No hay que olvidar que Baduel fue llamado “el General de la Dignidad” por haber comandado el operativo cívico-militar que derrotó el espeluznante golpe de Estado del 11-13 de abril del 2002, y devolvió a Chávez al poder.
Tras muchas cavilaciones, el “general de la dignidad” optó por actuar, ya que como soldado constitucionalista, le debía lealtad al mandato democrático que hacía de Chávez el legítimo Presidente de Venezuela. El hilo constitucional, en ese momento (abril de 2002), se había roto. Y Baduel estaba allí, para restaurar su continuidad.
En esta oportunidad, noviembre de 2007, Baduel, junto a un enorme sector de la Venezuela chavista y opositora, ha logrado ver (sin mucho esfuerzo) que el hilo constitucional, una vez más, está a punto de romperse a través de una Reforma Constitucional a todas luces ilegal.
No hay contradicciones en las posiciones de Baduel. Tanto en el 2002, como ahora, en el 2007, Baduel se mueve bajo el sólido escudo de la legalidad y, sobre todo, de la legitimidad.
Usando un verbo descarnado y punzante, no ha dudado en calificar la Reforma Constitucional en puertas como un “Golpe de Estado de Facto”.
Una aseveración como esta, dicha por la amorfa e inconsistente “oposición”, no sería más que una frase vacua y oligarca. Pero dicha de la boca de uno de los aliados más emblemáticos de la revolución chavista, es, sin duda, un certero sablazo a las aspiraciones monárquicas y totalitarias de Hugo Chávez Frías, el amo.
Cuando una figura tan arrastrada, obediente, militante y servil como la de Tascón se pronuncian en defensa de las declaraciones de Baduel, hay que entender que lo que se ha producido dentero de los pilares políticos del chavismo no es un brutal terremoto, sino un verdadero cataclismo de consecuencias impredecibles.
Baduel no es el General de Tres Soles repartidor de leche y huevos, como su homólogo Carneiro. Baduel ha demostrado ser, de forma consecuente y coherente, un soldado apegado a la Ley. Y ha demostrado tener el suficiente arrojo moral para, primero defender a su Presidente y Comandante en Jefe, para luego ponerle las esposas, cuando ese mismo Presidente se quita la careta y quiere convertirse en Monarca Absolutista y Fundamentalista.
Baduel ha acusado al amo Chávez de “abusar de la lealtad” de los integrantes de las fuerzas armadas. No es poco lo que dice ni es poco lo que confiesa.
No hay que olvidar tampoco que Baduel sí es un militar con verdadera ascendencia y respeto dentro de las Fuerzas Armadas venezolanas. A tal punto ha sido la aparatosa conmoción que ha causado dentro de las fuerzas armadas, que generales como el “perro de quinta” (en ejercicio) de Carneiro y el General de Brigada (r) Mario Arveláez Rengifo, han salido corriendo a los poderosos cuarteles de Aragua y Guárico para recordarles y ordenar a los militares que no es el momento para analizar ni pensar, si no para buscar votos para el SÍ. “No tienes que leer ni pensar nada, sólo tienes que apoyar el SI”, es la consigna que los funestos generales intentan implantar.
“La avaricia rompe el saco”, como diría en una de sus salidas folklóricas el recién fallecido ex-presidente Luis Herrera Camping. Y la avaricia de Chávez, el amo, es infinita.
Chávez mismo se ha puesto la soga al cuello. Es hora de que todo el malestar del pueblo chavista que ha creído en una revolución que poco provecho le ha brindado, se haga sentir. Es hora de que la digna resistencia del pueblo opositor coseche sus frutos.
En las paredes de las Universidades y principales ciudades del país han comenzado a vestirse con calcomanías y afiches que dicen: “Chávez SI, Reforma, NO”.
Este es el comienzo del fin.
La élite del poder chavista no puede ocultar por más tiempo la opulencia en la que cómodamente se ha agazapado. Para ellos las palabras Revolución, Socialismo, Igualdad, se han convertido en un excelente negocio. La frase “Patria, Socialismo o Muerte” es sinónimo de igualdad de hambre para el pueblo, y camionetas último modelo para los dirigentes “revolucionarios”.
Las fuerzas políticas y militares del país no pueden continuar haciéndose los ciegos ante la invasión de cubanos al país, que llegan a nuestra patria, la DE TODOS LOS VENEZOLANOS, como si llegaran a una colonia en donde ellos son los colonizadores.
Sea uno chavista o antichavista, hay que no tener sangre en las venas para no indignarse cuando el Presidente de Venezuela, el amo Chávez, declara, en medio de un delirio de amor y admiración que raya en lo homoerótico, al moribundo Fidel Castro como el “Padre Nuestro que estás en la Tierra”.
Estamos en presencia del comienzo del fin.
"Nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo a un mismo ciudadano en el poder. El pueblo se acostumbra a obedecerle y él se acostumbra a mandarlo; de donde se origina la usurpación y la tiranía".
SIMÓN BOLÍVAR.
NO al abstencionismo.
VOTA “NO”.
(Este artículo puede ser reproducido parcial o totalmente, indicando únicamente la autoría: NIKITO NIPONGO NADA)
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domingo, 28 de octubre de 2007
MIRANDA REGRESA
Sin duda alguna, “MIRANDA REGRESA”pudiera ser la primera Gran Superproducción del cine venezolano.
La utilización de locaciones internacionales, hermosos palacios, impactantes castillos, singulares jardines, unido a un diseño de arte y de vestuario particularmente bien desarrollado, dan muestra de que es una película que se realizó no sólo con abundancia de recursos (como debe ser), si no que cada uno de esos recursos fueron aprovechados al máximo.
Sin embargo, a pesar de su esplendoroso despliegue de producción, la película no pasa de ser un bodrio petulante y pretencioso.
Quizás la falla más dramática esté justamente en el departamento dramático. Comenzando por el protagonista Jorge Reyes, quien no logra quitarse de encima sus ademanes de actor barato y truculento, malo incluso hasta para la televisión. Para encarnar a uno de los hombres más carismáticos de Venezuela y de América, había que deslastrarse de esos gestos y ademanes malandrines, los saltitos que da al caminar cuando el general se ofuscaba, o el tono histérico que asumía su voz cada vez que hablaba de su proyecto de independizar a Venezuela. El actor no tiene registro histriónico para diferenciar lo que es un discurso apasionado de un discurso enojado.
Lamentable, muy lamentable la aparición de Mimí Lazo como la zarina Catalina de Rusia, coqueteando con Miranda como lo hiciera una caraqueña de barrio en pleno siglo XXI: “Ay, dime que voy a hacer contigo, chico”.
Por otra parte, no era raro ver soldados ingleses o prusianos encarnados por extras venezolanos o quizás cubanos. ¿Licencia cinematográfica? No lo creo. Allí faltó rigor o imaginación. Si no existía un buen casting de extras para mostrar fragmentos de batallas, entonces han debido sugerir en lugar de mostrar. Al estilo de Diego Rísquez, por ejemplo.
Otro de los puntos por el que destacará esta versión cinematográfica de Miranda es que tal vez sea la primera producción fílmica del actual Estado venezolano, lo cual es lo mismo que decir del actual Gobierno.
Ignoro los costos de producción de esta película, pero sin lugar a dudas han debido ser muy altos. Pero aun así, doy por sentado que las posibilidades de recuperación son mínimas, aun en el caso de vayamos a verla más de una vez todos los venezolanos en edad para ir al cine. ¿Por qué tal certeza? Porque la inversión de “MIRANDA REGRESA”es muy alta y los venezolanos somos, numéricamente hablando, muy poquitos. Así, cuando el Gobierno invirtió en ella, no estaba pensando en la recuperación, sino en el beneficio político con el que saldría beneficiado.
Ahora le toca el turno a la historia. En camino viene ZAMORA, dirigida por el veterano Román Chalbaud. ¿Acaso con MIRANDA y ZAMORA el gobierno comenzará su pequeña galería de personajes históricos (SEGÚN ELLOS) pro-chavistas?
La utilización de locaciones internacionales, hermosos palacios, impactantes castillos, singulares jardines, unido a un diseño de arte y de vestuario particularmente bien desarrollado, dan muestra de que es una película que se realizó no sólo con abundancia de recursos (como debe ser), si no que cada uno de esos recursos fueron aprovechados al máximo.
Sin embargo, a pesar de su esplendoroso despliegue de producción, la película no pasa de ser un bodrio petulante y pretencioso.
Quizás la falla más dramática esté justamente en el departamento dramático. Comenzando por el protagonista Jorge Reyes, quien no logra quitarse de encima sus ademanes de actor barato y truculento, malo incluso hasta para la televisión. Para encarnar a uno de los hombres más carismáticos de Venezuela y de América, había que deslastrarse de esos gestos y ademanes malandrines, los saltitos que da al caminar cuando el general se ofuscaba, o el tono histérico que asumía su voz cada vez que hablaba de su proyecto de independizar a Venezuela. El actor no tiene registro histriónico para diferenciar lo que es un discurso apasionado de un discurso enojado.
Lamentable, muy lamentable la aparición de Mimí Lazo como la zarina Catalina de Rusia, coqueteando con Miranda como lo hiciera una caraqueña de barrio en pleno siglo XXI: “Ay, dime que voy a hacer contigo, chico”.
Por otra parte, no era raro ver soldados ingleses o prusianos encarnados por extras venezolanos o quizás cubanos. ¿Licencia cinematográfica? No lo creo. Allí faltó rigor o imaginación. Si no existía un buen casting de extras para mostrar fragmentos de batallas, entonces han debido sugerir en lugar de mostrar. Al estilo de Diego Rísquez, por ejemplo.
Otro de los puntos por el que destacará esta versión cinematográfica de Miranda es que tal vez sea la primera producción fílmica del actual Estado venezolano, lo cual es lo mismo que decir del actual Gobierno.
Ignoro los costos de producción de esta película, pero sin lugar a dudas han debido ser muy altos. Pero aun así, doy por sentado que las posibilidades de recuperación son mínimas, aun en el caso de vayamos a verla más de una vez todos los venezolanos en edad para ir al cine. ¿Por qué tal certeza? Porque la inversión de “MIRANDA REGRESA”es muy alta y los venezolanos somos, numéricamente hablando, muy poquitos. Así, cuando el Gobierno invirtió en ella, no estaba pensando en la recuperación, sino en el beneficio político con el que saldría beneficiado.
Ahora le toca el turno a la historia. En camino viene ZAMORA, dirigida por el veterano Román Chalbaud. ¿Acaso con MIRANDA y ZAMORA el gobierno comenzará su pequeña galería de personajes históricos (SEGÚN ELLOS) pro-chavistas?
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martes, 24 de julio de 2007
Los amores contrariados: mitos y leyendas
Los Amores contrariados: mitos y leyendas.
El amor es, quizás, uno de los sentimientos más deseado, usado y comercializado de nuestra cultura. Sin embargo, es quizás el más extraño y el menos conocido de todos nuestros valores.
El amor ha sido y seguirá siendo el leitmotiv de cientos de miles de novelas, películas, poemas y cuentos. Sin embargo, para la inmensa mayoría de nosotros, los mortales, no es más que una leyenda que buscamos desesperadamente encontrar.
Con frecuencia, el amor es confundido con su pequeña, inestable y caprichosa hermana: el sexo. Mucho más que el amor, el sexo ha sido la experiencia más anhelada y, a la vez, la más decepcionante del siglo XX, y de lo poco que va del XXI.
Pero, volviendo al amor, dentro de ella se abre una categoría que es la de los amores contrariados: el amor interracial, el amor entre personas con una marcada diferencia de edad, el amor entre personas casadas, el amor entre personas de diferente posición social o entre personas de diferente nivel económico. El amor entre chavistas y escuálidos (hasta allí, hasta el amor, ha llegado la profunda herida que ha dividido al país en estos últimos ocho años). El amor entre quienes creen en el amor y los que no creen en él.
Sin negar que hay relaciones más sencillas que otras, en esencia, todos los amores son contrariados… y difíciles! Encabronadamente difíciles! Tanto así que pareciera que si el amor no es difícil, no es amor. Si el amor no duele, no es amor. Si el amor no es un río de angustias e incertidumbres, no es amor.
Quizás por ello, los verdaderos artistas del amor sean los amantes…
“El matrimonio, la paternidad, el amor, todo es un fracaso. Por encima de ellos se alzan los amantes. Y lo logran gracias a que ellos son fragmentarios e imprecisos, volátiles y breves. Pero desde el primer momento en que buscan la permanencia el uno al lado del otro, se pierden. El amor sólo es posible cuando asume su propia naturaleza solitaria e incompartible con nadie. Es una experiencia personal en donde el otro no es más que un objeto de veneración” (Rosendo Acuña, Epistolario).
Pero, sobre los amores contrariados, los amores particularmente difíciles dentro de la dificultad que implica todo acto amatorio, se ejerce una presión bien definida: la social.
Si revisamos nuestra lista inicial de amores difíciles (interracial, entre personas casadas, entre diferente nivel cultural, etc.), es fácil detectar la presencia de un prejuicio social y, por ende, un prejuicio moral.
La moral es una frontera social y colectiva que separa lo correcto de lo incorrecto. La ética es, igualmente, una frontera entre lo incorrecto y lo correcto, pero su naturaleza es íntima, personal y secreta. Es por eso que muchas veces el amor, en sus más explosivas manifestaciones, es tildado de inmoral: porque responde a unos valores muy íntimos y personales.
La moral siempre requiere de un testigo, que a su vez se convierte juez aprobatorio o recriminador. La ética, al contrario, no busca testigos: se basta a sí misma para vivir en paz.
De allí se desprende la ancestral dicotomía entre la legalidad y la legitimidad de todos nuestros actos. Quizás no sea legal el amor adultero entre una pareja de personas casadas, pero eso no le resta un ápice de legitimidad.
Los amores difíciles están marcados, en su mayoría, por su inmoralidad, por la ausencia de su aceptación social.
¿Qué pensamos al ver a un cuarentón tomado de la mano de una chiquilla de veinte años? “Pero si puede ser su hija!!!”. “Esa muchacha, tan linda, tan joven, se lo debe estar chuleando como le da la gana”.
¿Y si es una mujer madura con un hombre más joven? “Una puta!!!” “Es que esa no piensa con la cabeza, sino con la vagina”. ¿O no?
¿Y si uno, o ambos amantes, son casados? Allí si que hay tela de donde cortar.
Ah! ¡El amor! Como decía Buñuel: “Con amor, TODO. Sin amor, NADA”.
Una frase “inmoral”, ¿no? O una frase legítima. Humanamente legítima.
El amor, como la vida, busca abrirse su propio camino. Pero hay que tener valor para aceptarlo.
Hace años, un gran amigo me dijo que “la mistad era un asunto entre valientes”
Transpolando sus palabras, yo diría: “El amor es un juego entre valientes”.
Dicho esto, me permito preguntarme: ¿es que acaso existe algún juego que no implique dificultad en su ejecución?
Si el amor no duele, como una pelota de fútbol estrellada de lleno contra la cara de uno de los jugadores, es probable que no sea amor.
El amor es, quizás, uno de los sentimientos más deseado, usado y comercializado de nuestra cultura. Sin embargo, es quizás el más extraño y el menos conocido de todos nuestros valores.
El amor ha sido y seguirá siendo el leitmotiv de cientos de miles de novelas, películas, poemas y cuentos. Sin embargo, para la inmensa mayoría de nosotros, los mortales, no es más que una leyenda que buscamos desesperadamente encontrar.
Con frecuencia, el amor es confundido con su pequeña, inestable y caprichosa hermana: el sexo. Mucho más que el amor, el sexo ha sido la experiencia más anhelada y, a la vez, la más decepcionante del siglo XX, y de lo poco que va del XXI.
Pero, volviendo al amor, dentro de ella se abre una categoría que es la de los amores contrariados: el amor interracial, el amor entre personas con una marcada diferencia de edad, el amor entre personas casadas, el amor entre personas de diferente posición social o entre personas de diferente nivel económico. El amor entre chavistas y escuálidos (hasta allí, hasta el amor, ha llegado la profunda herida que ha dividido al país en estos últimos ocho años). El amor entre quienes creen en el amor y los que no creen en él.
Sin negar que hay relaciones más sencillas que otras, en esencia, todos los amores son contrariados… y difíciles! Encabronadamente difíciles! Tanto así que pareciera que si el amor no es difícil, no es amor. Si el amor no duele, no es amor. Si el amor no es un río de angustias e incertidumbres, no es amor.
Quizás por ello, los verdaderos artistas del amor sean los amantes…
“El matrimonio, la paternidad, el amor, todo es un fracaso. Por encima de ellos se alzan los amantes. Y lo logran gracias a que ellos son fragmentarios e imprecisos, volátiles y breves. Pero desde el primer momento en que buscan la permanencia el uno al lado del otro, se pierden. El amor sólo es posible cuando asume su propia naturaleza solitaria e incompartible con nadie. Es una experiencia personal en donde el otro no es más que un objeto de veneración” (Rosendo Acuña, Epistolario).
Pero, sobre los amores contrariados, los amores particularmente difíciles dentro de la dificultad que implica todo acto amatorio, se ejerce una presión bien definida: la social.
Si revisamos nuestra lista inicial de amores difíciles (interracial, entre personas casadas, entre diferente nivel cultural, etc.), es fácil detectar la presencia de un prejuicio social y, por ende, un prejuicio moral.
La moral es una frontera social y colectiva que separa lo correcto de lo incorrecto. La ética es, igualmente, una frontera entre lo incorrecto y lo correcto, pero su naturaleza es íntima, personal y secreta. Es por eso que muchas veces el amor, en sus más explosivas manifestaciones, es tildado de inmoral: porque responde a unos valores muy íntimos y personales.
La moral siempre requiere de un testigo, que a su vez se convierte juez aprobatorio o recriminador. La ética, al contrario, no busca testigos: se basta a sí misma para vivir en paz.
De allí se desprende la ancestral dicotomía entre la legalidad y la legitimidad de todos nuestros actos. Quizás no sea legal el amor adultero entre una pareja de personas casadas, pero eso no le resta un ápice de legitimidad.
Los amores difíciles están marcados, en su mayoría, por su inmoralidad, por la ausencia de su aceptación social.
¿Qué pensamos al ver a un cuarentón tomado de la mano de una chiquilla de veinte años? “Pero si puede ser su hija!!!”. “Esa muchacha, tan linda, tan joven, se lo debe estar chuleando como le da la gana”.
¿Y si es una mujer madura con un hombre más joven? “Una puta!!!” “Es que esa no piensa con la cabeza, sino con la vagina”. ¿O no?
¿Y si uno, o ambos amantes, son casados? Allí si que hay tela de donde cortar.
Ah! ¡El amor! Como decía Buñuel: “Con amor, TODO. Sin amor, NADA”.
Una frase “inmoral”, ¿no? O una frase legítima. Humanamente legítima.
El amor, como la vida, busca abrirse su propio camino. Pero hay que tener valor para aceptarlo.
Hace años, un gran amigo me dijo que “la mistad era un asunto entre valientes”
Transpolando sus palabras, yo diría: “El amor es un juego entre valientes”.
Dicho esto, me permito preguntarme: ¿es que acaso existe algún juego que no implique dificultad en su ejecución?
Si el amor no duele, como una pelota de fútbol estrellada de lleno contra la cara de uno de los jugadores, es probable que no sea amor.
lunes, 23 de julio de 2007
¿Te imaginas a Janis Joplin cantando medio desnuda para un video clip?
Voy a compartir con ustedes un cuento que escribí hace un par de años... Ojalá les sirva de algo la próxima vez que vean un video-clip... jajaja!!!
Mente VI
Esto no es cuento, ¿estamos? Esto es un deseo.
Los cuentos evocan hechos ocurridos. En cambio esto, con mil toneladas de suerte pura, algún día se me cumplirá.
Tenemos una banda de rock (En-chave nacional) y no nos ha ido nada mal. Nuestro primer CD lo grabamos, como dicen, prácticamente en el garaje de mi casa, al mejor estilo de Stevens Jobs y sus sumadoras de silicio. Las copias las hicimos en el quemador de Richard, que era lentísimo (el quemador, no Richard). Luego les dejábamos en consignación los CD's a los buhoneros de Sabana Grande, Plaza Caracas y El Cementerio, aunque realidad nuestros mejores compradores los teníamos en los pasillos de la Universidad Central de Venezuela. Hay que reconocer que la foto que nos tomó Lorena fue espectacular, pero no menos fabulosa fue la diagramación de la carátula que nos hizo Mariè-Catherine. Eso fue de gran ayuda. Pero no fue lo determinante. A pesar de que éramos unos solemnes desconocidos, nos compraban porque tocábamos en cuanta cervecería nos contratara, así la paga fuera miserable. Los dedos nos sangraban de tanto darle y darle a las guitarras y la voz la perdíamos allí mismo de tanto gritar y gritar. Hacíamos concesiones como bestias y nos prestábamos para rememorar clásicos de los Bee Gees o Los Beatles para que las muchachitas medio entonaditas dieran rienda suelta a sus veleidades artísticas. Pero lo que realmente nos interesaba era tocar nuestra propia música y decirle a la gente que podía comprar el CD en tal o cual esquina. Y la cosa, aunque suene increíble, nos funcionó. Éramos la propia banda underground. Tocamos en todos los antros de Las Mercedes, pero no le teníamos miedo a meternos en Caricuao o El Paraíso. En esa época llegamos a tocar incluso en “México Lindo”, un lugar especializado en rancheras. Claro, nos preparamos un set bien jalisqueño, pero igual metíamos lo nuestro.
Bueno, para no dar la lata con tanta historia, el caso es logramos entrar en un par de programas de televisión y ya la gente comenzó a vernos de otra forma. Los empresarios Sounds Records se fijaron en nosotros y así, en un verdadero estudio, grabamos nuestro segundo CD, en el cual incluimos Condones umbilicales, Maleza candelera y El Ávila podría ser un gran tiradero verde, las mejores de nuestro primer álbum. Luego vino lo que se considera como la verdadera graduación como una banda profesional: nuestro primer video-clip.
A pesar de que todo el personal, desde el guionista, el productor y hasta el director del video-clip, fueron extremadamente respetuosos con nuestro punto de vista a la hora de tomar decisiones, a mí todo ese asunto no me gustaba mucho. Richard y Rolando estaban que saltaban de felicidad. A Javier, que siempre todo le da lo mismo, la cosa ni lo ponía alegre ni lo ponía triste.
El video fue todo un éxito. Y al final, hasta a mí me gustó. El tema elegido fue Aparta-2 del corazón. Aunque el presupuesto era irrisorio, logramos filmar en los sitios más emblemáticos de Caracas. Sitios que usualmente están atestados de gente como las estaciones y vagones del Metro, la plaza Bolívar o el Centro Comercial Sambil. Lo interesante, es que esos lugares estaban totalmente solos en el video, sin gente, apenas transitados por un hombre y una mujer que caminaban en medio de esa gran soledad sin que lograran verse en ningún momento, aunque caminaran muy cerca el uno al lado del otro. A estas imágenes solitarias se les interpolaban otras repletas de personas. Fue brutalmente bueno, se los juro. Pero había algo que no me gustaba, pero no sabía qué era ni cómo expresarlo.
Ahora somos más o menos famosos. Hemos grabado cuatro CD's y filmado otros tantos video clips. Tenemos un promedio interesante de ventas y es raro cuando no andamos tocando en algún lado, ahora sí con buena paga. Internacionalmente la casa disquera nos ha organizado algunas pequeñas incursiones en Colombia y en Curazao. Una vez tocamos en Miami, pero eso fue un error, ya que éramos una entre casi treinta bandas, todas aficionadas.
Como es normal, tenemos nuestros ídolos y nuestras leyendas negras. Por ejemplo, nos gustaría ser como Tafeta Cuba, Molotov, Frijoleros o Manu Chao. Detestamos a morir la música de Maná o La Ley. Tanto así que cuando queremos alegar que un acorde, un ritmo o un estribillo no nos gusta para nada, decimos: “eso me suena a Maná”.
Pero yo tengo un deseo, un sueño muy profundo que algún día espero poder cumplir, aunque no estoy muy seguro de que Richard y Rolando me acompañen en esa. Javier es otra cosa, y sé, por como hemos hablado sobre este asunto, que él comparte mi punto de vida.
Allí les va. Un día espero que seamos una verdadera Mega Banda. Unos Monstruos Sagrados como el solista Charly García o el grupo, ¡vaya pretensiones, ¿no?! , los Rollings o Pink Floyd. Es decir, que deberíamos ser como los Bill Gates del rock. Digo, que de verdad habría que ser un verdadero gigante para hacer lo que yo quiero hacer.
Un día me reuniría con mi representante y los capos de la disquera para anunciarles nuestra irrefutable determinación de regresar a la música pura y que, en consecuencia activa, ya nunca realizaríamos ni un maldito video clip más. ¡Ja! ¿Qué les parece?
Haríamos historia, compañero. Seríamos así como los libertadores del yugo que la imagen cinematográfica le ha impuesto tiránicamente a la música durante más de treinta años.
Por decir algo, la música es como un poema. En realidad no es tanto lo que dice, como lo que es capaz de decir en la mente del que lee el poema o escucha la música. Un acorde, una palabra, un rasgado de guitarra, ¿cuántas imágenes y sensaciones es capaz de evocar? Pero no. Ahora vienen los de la industria y te dicen que ese pedacito de tu música es una muchachota bien rica, inexplicablemente sola, mostrando las piernotas mientras sufre maldeamores.
¿Qué imágenes le pondrías a Summertime de Janis Joplin? ¿Cuáles a Star splanged banner, de Jimi Hendrix? ¿O a la inigualable versión de With a little help from my friends, de Joe Cocker? ¿O a Roll over Berthoven, de Chuck Berry? Eso era música, ¡por favor!, y no necesitaba imágenes. Es como si una fotografía dependiera de un título genial para poder hacerse apreciar a sí misma.
Más que a Maná, en secreto, detesto a Eminem. Eso ni es un cantante, ni un músico, ni un artista (la más hermética y permeable de las etiquetas): es un cirquero, un payaso rodeado de cámaras. Fíjate. Miro los videos de Christina Aguilera o María Carey y están al borde de la cuña erótica, en donde más que la MÚSICA, lo que importa son las nalgas de la Aguilera o las deliciosas piernas de la Carey. ¿Dónde quedaría hoy día Janis Joplin, gordita y pecosita como era? Su show, su majestuoso show, no era mostrar el culo: era cantar. Cantar como una maldita diosa. ¿Por qué a la música de Ella Fitzgerald o a la de Louis Armstrong nadie les exigió nunca un video clip, y ahora la industria se lo imponen a Moby o a Björk? ¡Joder por el culo, cabrones! Esperen a que yo sea uno de los grandes, de los verdaderamente grandes, y verán.
Para que no digan que soy un radical, haré una concesión: un último video clip. En los '70 Jethro Tull y su grupo no se dejaban ni siquiera fotografiar. No eran modelos, decían, y lo suyo y lo que ellos daban, era música. Así eran los padres de Budapest. Bueno, mi concesión: un último video clip. Es decir, YO, mi banda, la En-chave nacional, cuando nos tengan que acariciar las glándulas reproductoras (huevos vulgaris) para que nos dignemos a tocar una maldita canción. En ese momento, ese es mi sueño, yo mismo escribiré la letra y la música de la canción, realizaré el guión, diseñaré el escenario, escogeré a los actores y seleccionaré al director, a uno bien sumiso y obediente.
La cosa será una meta-cosa. Es decir. El video clip será la grabación de un video clip. Como siempre nos lo han impuesto a nosotros, tendremos una muchachotas de los más buenotas, pero veremos como las preparan, como las maquillan, como les bajan las blusas y le suben las falditas para que le eviten esfuerzos a la imaginación del espectador. Luego, las chicas, haciendo tomas frente a claquetas tratando de conseguir melancólicas miradas. Intercaladas, imágenes de la muchachota comiendo cachitos de jamón y bebiendo pepsicola. Siempre he tenido la imagen de que las chicas que toman pepsicola, serán unas viejas celuliticas y regordetas a los treinta años. Pero, en fin. En una playa solitaria y sucia, mi banda toca la canción (cuya letra y música yo he compuesto, no se olviden de eso), todos con una cara de alegría muy fingida. Al fondo, tres letras: T-M-V. Con cada corte, las enormes letras, van formando anagramas: V-T-M. V-M-T. T-V-M. De pronto, y sin ninguna justificación narrativa (muy a lo video clip), una adolescente mirando videos musicales en la tele. Aparece, malhumorada, una señora que debe ser su madre. Exasperada, le grita a su supuesta hija (en ese momento la música se ha detenido y la secuencia parece la de una película): mente-vi, mente-vi, todo el día no haces más que ver mente-vi. Corte a secuencia con mi banda en la playa. Las agigantadas letras ahora se han ordenado de forma M-T-V. Los chicos de mi banda y yo nos negamos a seguir sonriendo a la cámara y dejamos de tocar (recuerden que ya somos una mega banda y podemos hacer prácticamente lo que nos salga de los cojones). Lo primero que hacemos es derribar las malditas letras de MTV, luego le entramos a carajazo limpio al boom del micrófono, a las cámaras Panavision, al director que (sumiso y obediente huye corriendo), a los productores y a cuanto asistente se nos atraviese. La acción es registrada por una última cámara, a la cual terminamos por derribar. La imagen, abruptamente, se va a negro. Todo esto no debe durar más de cincuenta segundos.
Sobre la imagen en negro, la música regresa y vuelve a sonar, ahora con un ritmo más subyugante, auténtico y genuino. El resto de la pieza transcurre con la imagen del video-clip en negro. Tres segundos después del último acorde de la canción, aparece una frase en letras blancas sobre el mismo fondo negro: LA PRÓXIMA VEZ, BÚSCANOS EN LA RADIO.
Los cuentos evocan hechos ocurridos. En cambio esto, con mil toneladas de suerte pura, algún día se me cumplirá.
Tenemos una banda de rock (En-chave nacional) y no nos ha ido nada mal. Nuestro primer CD lo grabamos, como dicen, prácticamente en el garaje de mi casa, al mejor estilo de Stevens Jobs y sus sumadoras de silicio. Las copias las hicimos en el quemador de Richard, que era lentísimo (el quemador, no Richard). Luego les dejábamos en consignación los CD's a los buhoneros de Sabana Grande, Plaza Caracas y El Cementerio, aunque realidad nuestros mejores compradores los teníamos en los pasillos de la Universidad Central de Venezuela. Hay que reconocer que la foto que nos tomó Lorena fue espectacular, pero no menos fabulosa fue la diagramación de la carátula que nos hizo Mariè-Catherine. Eso fue de gran ayuda. Pero no fue lo determinante. A pesar de que éramos unos solemnes desconocidos, nos compraban porque tocábamos en cuanta cervecería nos contratara, así la paga fuera miserable. Los dedos nos sangraban de tanto darle y darle a las guitarras y la voz la perdíamos allí mismo de tanto gritar y gritar. Hacíamos concesiones como bestias y nos prestábamos para rememorar clásicos de los Bee Gees o Los Beatles para que las muchachitas medio entonaditas dieran rienda suelta a sus veleidades artísticas. Pero lo que realmente nos interesaba era tocar nuestra propia música y decirle a la gente que podía comprar el CD en tal o cual esquina. Y la cosa, aunque suene increíble, nos funcionó. Éramos la propia banda underground. Tocamos en todos los antros de Las Mercedes, pero no le teníamos miedo a meternos en Caricuao o El Paraíso. En esa época llegamos a tocar incluso en “México Lindo”, un lugar especializado en rancheras. Claro, nos preparamos un set bien jalisqueño, pero igual metíamos lo nuestro.
Bueno, para no dar la lata con tanta historia, el caso es logramos entrar en un par de programas de televisión y ya la gente comenzó a vernos de otra forma. Los empresarios Sounds Records se fijaron en nosotros y así, en un verdadero estudio, grabamos nuestro segundo CD, en el cual incluimos Condones umbilicales, Maleza candelera y El Ávila podría ser un gran tiradero verde, las mejores de nuestro primer álbum. Luego vino lo que se considera como la verdadera graduación como una banda profesional: nuestro primer video-clip.
A pesar de que todo el personal, desde el guionista, el productor y hasta el director del video-clip, fueron extremadamente respetuosos con nuestro punto de vista a la hora de tomar decisiones, a mí todo ese asunto no me gustaba mucho. Richard y Rolando estaban que saltaban de felicidad. A Javier, que siempre todo le da lo mismo, la cosa ni lo ponía alegre ni lo ponía triste.
El video fue todo un éxito. Y al final, hasta a mí me gustó. El tema elegido fue Aparta-2 del corazón. Aunque el presupuesto era irrisorio, logramos filmar en los sitios más emblemáticos de Caracas. Sitios que usualmente están atestados de gente como las estaciones y vagones del Metro, la plaza Bolívar o el Centro Comercial Sambil. Lo interesante, es que esos lugares estaban totalmente solos en el video, sin gente, apenas transitados por un hombre y una mujer que caminaban en medio de esa gran soledad sin que lograran verse en ningún momento, aunque caminaran muy cerca el uno al lado del otro. A estas imágenes solitarias se les interpolaban otras repletas de personas. Fue brutalmente bueno, se los juro. Pero había algo que no me gustaba, pero no sabía qué era ni cómo expresarlo.
Ahora somos más o menos famosos. Hemos grabado cuatro CD's y filmado otros tantos video clips. Tenemos un promedio interesante de ventas y es raro cuando no andamos tocando en algún lado, ahora sí con buena paga. Internacionalmente la casa disquera nos ha organizado algunas pequeñas incursiones en Colombia y en Curazao. Una vez tocamos en Miami, pero eso fue un error, ya que éramos una entre casi treinta bandas, todas aficionadas.
Como es normal, tenemos nuestros ídolos y nuestras leyendas negras. Por ejemplo, nos gustaría ser como Tafeta Cuba, Molotov, Frijoleros o Manu Chao. Detestamos a morir la música de Maná o La Ley. Tanto así que cuando queremos alegar que un acorde, un ritmo o un estribillo no nos gusta para nada, decimos: “eso me suena a Maná”.
Pero yo tengo un deseo, un sueño muy profundo que algún día espero poder cumplir, aunque no estoy muy seguro de que Richard y Rolando me acompañen en esa. Javier es otra cosa, y sé, por como hemos hablado sobre este asunto, que él comparte mi punto de vida.
Allí les va. Un día espero que seamos una verdadera Mega Banda. Unos Monstruos Sagrados como el solista Charly García o el grupo, ¡vaya pretensiones, ¿no?! , los Rollings o Pink Floyd. Es decir, que deberíamos ser como los Bill Gates del rock. Digo, que de verdad habría que ser un verdadero gigante para hacer lo que yo quiero hacer.
Un día me reuniría con mi representante y los capos de la disquera para anunciarles nuestra irrefutable determinación de regresar a la música pura y que, en consecuencia activa, ya nunca realizaríamos ni un maldito video clip más. ¡Ja! ¿Qué les parece?
Haríamos historia, compañero. Seríamos así como los libertadores del yugo que la imagen cinematográfica le ha impuesto tiránicamente a la música durante más de treinta años.
Por decir algo, la música es como un poema. En realidad no es tanto lo que dice, como lo que es capaz de decir en la mente del que lee el poema o escucha la música. Un acorde, una palabra, un rasgado de guitarra, ¿cuántas imágenes y sensaciones es capaz de evocar? Pero no. Ahora vienen los de la industria y te dicen que ese pedacito de tu música es una muchachota bien rica, inexplicablemente sola, mostrando las piernotas mientras sufre maldeamores.
¿Qué imágenes le pondrías a Summertime de Janis Joplin? ¿Cuáles a Star splanged banner, de Jimi Hendrix? ¿O a la inigualable versión de With a little help from my friends, de Joe Cocker? ¿O a Roll over Berthoven, de Chuck Berry? Eso era música, ¡por favor!, y no necesitaba imágenes. Es como si una fotografía dependiera de un título genial para poder hacerse apreciar a sí misma.
Más que a Maná, en secreto, detesto a Eminem. Eso ni es un cantante, ni un músico, ni un artista (la más hermética y permeable de las etiquetas): es un cirquero, un payaso rodeado de cámaras. Fíjate. Miro los videos de Christina Aguilera o María Carey y están al borde de la cuña erótica, en donde más que la MÚSICA, lo que importa son las nalgas de la Aguilera o las deliciosas piernas de la Carey. ¿Dónde quedaría hoy día Janis Joplin, gordita y pecosita como era? Su show, su majestuoso show, no era mostrar el culo: era cantar. Cantar como una maldita diosa. ¿Por qué a la música de Ella Fitzgerald o a la de Louis Armstrong nadie les exigió nunca un video clip, y ahora la industria se lo imponen a Moby o a Björk? ¡Joder por el culo, cabrones! Esperen a que yo sea uno de los grandes, de los verdaderamente grandes, y verán.
Para que no digan que soy un radical, haré una concesión: un último video clip. En los '70 Jethro Tull y su grupo no se dejaban ni siquiera fotografiar. No eran modelos, decían, y lo suyo y lo que ellos daban, era música. Así eran los padres de Budapest. Bueno, mi concesión: un último video clip. Es decir, YO, mi banda, la En-chave nacional, cuando nos tengan que acariciar las glándulas reproductoras (huevos vulgaris) para que nos dignemos a tocar una maldita canción. En ese momento, ese es mi sueño, yo mismo escribiré la letra y la música de la canción, realizaré el guión, diseñaré el escenario, escogeré a los actores y seleccionaré al director, a uno bien sumiso y obediente.
La cosa será una meta-cosa. Es decir. El video clip será la grabación de un video clip. Como siempre nos lo han impuesto a nosotros, tendremos una muchachotas de los más buenotas, pero veremos como las preparan, como las maquillan, como les bajan las blusas y le suben las falditas para que le eviten esfuerzos a la imaginación del espectador. Luego, las chicas, haciendo tomas frente a claquetas tratando de conseguir melancólicas miradas. Intercaladas, imágenes de la muchachota comiendo cachitos de jamón y bebiendo pepsicola. Siempre he tenido la imagen de que las chicas que toman pepsicola, serán unas viejas celuliticas y regordetas a los treinta años. Pero, en fin. En una playa solitaria y sucia, mi banda toca la canción (cuya letra y música yo he compuesto, no se olviden de eso), todos con una cara de alegría muy fingida. Al fondo, tres letras: T-M-V. Con cada corte, las enormes letras, van formando anagramas: V-T-M. V-M-T. T-V-M. De pronto, y sin ninguna justificación narrativa (muy a lo video clip), una adolescente mirando videos musicales en la tele. Aparece, malhumorada, una señora que debe ser su madre. Exasperada, le grita a su supuesta hija (en ese momento la música se ha detenido y la secuencia parece la de una película): mente-vi, mente-vi, todo el día no haces más que ver mente-vi. Corte a secuencia con mi banda en la playa. Las agigantadas letras ahora se han ordenado de forma M-T-V. Los chicos de mi banda y yo nos negamos a seguir sonriendo a la cámara y dejamos de tocar (recuerden que ya somos una mega banda y podemos hacer prácticamente lo que nos salga de los cojones). Lo primero que hacemos es derribar las malditas letras de MTV, luego le entramos a carajazo limpio al boom del micrófono, a las cámaras Panavision, al director que (sumiso y obediente huye corriendo), a los productores y a cuanto asistente se nos atraviese. La acción es registrada por una última cámara, a la cual terminamos por derribar. La imagen, abruptamente, se va a negro. Todo esto no debe durar más de cincuenta segundos.
Sobre la imagen en negro, la música regresa y vuelve a sonar, ahora con un ritmo más subyugante, auténtico y genuino. El resto de la pieza transcurre con la imagen del video-clip en negro. Tres segundos después del último acorde de la canción, aparece una frase en letras blancas sobre el mismo fondo negro: LA PRÓXIMA VEZ, BÚSCANOS EN LA RADIO.
sábado, 21 de julio de 2007
¿De que hablamos los venezolanos cuando hablamos de Libertad de Expresión?
¿De qué hablamos cuando hablamos de Libertad de Expresión?
Mucho más grave que la profunda crisis política que vive el país desde hace más de una década, mucho más grave aún que la infernal crisis económica que vivimos des
de los años ochenta (y que hoy se encuentra disfrazada por una eventual y aleatoria diarrea de dólares), más grave, digo, es el abominable hecho de que el venezolano ha perdido su legítimo derecho a emitir una opinión libre e inteligente.
Cualquier cosa que se diga, inmediatamente será catalogada como “afecta al chavismo” o “producto de la mezquina maquinaria de la oligarquía golpista y opositora”.
Ante el reciente cierre de RCTV, sólo parece posible escoger uno entre dos caminos: o brincamos de alegría o temblamos de indignación.
Mientras miles de venezolanos salen a las calles a protestar por el cierre de una emisora que durante décadas sembró en el venezolano chabaquismo, vulgaridad e ignorancia, otros tantos se disponen a sintonizar con fanática devoción ese nuevo bodrio televisivo llamado TVes.
Ni los unos ni los otros parecen detenerse a pensar por un minuto en el brutal golpe que ha sufrido la libertad de expresión de TODOS los venezolanos, ni en la forma inescrupulosa en que los grandes medios televisivos han hecho (y continúan haciendo) uso de esa sagrada libertad.
El cierre de RCTV es una prueba fehaciente del bandolerismo político del actual régimen. Y por ello, tal vez éste sea el mayor error político de Chávez y sus secuaces.
Sin embargo, si hacemos un esfuerzo por retomar nuestro derecho a la opinión inteligente, RCTV merecía ser cerrada. Y no sólo ella, con sus degradantes telenovelitas, sino Venevisión y su estética cultural de “Sábado Sensacional”, o VTV con abusiva y marginal “Hojilla”, o Televen, la cual en más de veinte años de programación no ha logrado consolidar una producción propia y digna, sino un chorizo de enlatados gringos y brasileros.
La violencia, la marginalidad, el melodrama barato, el mal gusto, el peor gusto, para decirlo abiertamente, parece el patrón que unifica las imágenes que iluminan las pantallas de los televisores venezolanos.
Hace pocos días volví a releer un artículo del productor y animador de televisión Renny Ottolina: “Juicio a la televisión venezolana”. En este breve pero contundente ensayo, Ottolina señala, con certera puntería, la asquerosa filosofía, moral y estética bajo la cual se ha producido televisión en el país.
Para las nuevas generaciones, que tal vez sólo hayan escuchado de referencia el nombre de Renny Ottolina, es oportuno señalar que en su programa dominical “Renny Presenta…”, el espectador venezolano tuvo la oportunidad de disfrutar de figuras como Ella Fitzgerald, Louis Armstrong, Marcel Marceau, Tom Jones, Charles Aznavour, Andy Russel, Chucho Avellanet, Facundo Cabral, Raphael. Forjó con sus propias manos, como si fuera un escultor que trabaja sobre el talento vivo de sus personajes, a figuras del espectáculo que aun hoy día, después de décadas de muertos o retirados del mundo del espectáculo, continúan sonando en los oídos y en el corazón de miles de venezolanos: Cherry Navarro, Raquelita Castaños, Mirla Castellanos, Gualberto Ibarreto, Mario Suárez, Héctor Cabrera, Adilia Castillo o María Teresa Chacín.
¿Cuándo, hoy día, podemos pensar (o soñar) que la televisión venezolana considere la posibilidad de presentar figuras de este calibre?
La televisión venezolana nos ha intoxicado durante años con figuras mediocres como Gilberto Correa, el manipulador Amador Bendayán o el patiquín Daniel Zarco.
Sin embargo, cabe interrogarse sobre la ética de un Gobierno que decide cerrar de un plumazo una emisora de televisión mientras esgrime, con solemne ironía, que lo hace únicamente protegiendo la libertad de expresión.
¿De qué habla Chávez cuando habla de la Libertad de Expresión? ¿De qué habla Marcel Granier cuando se escuda tras la libertad de expresión mientras produce una de las peores televisiones del mundo?
Me viene a la memoria un episodio ocurrido en el auditorio de la Universidad de Salamanca en los albores de la guerra civil española (12 de octubre de 1936), en donde un grupo de personas comenzaron a vociferar “Viva la Muerte”.
El rector de esa Universidad, el escritor Miguel de Unamuno, indignado, tomó la palabra. Dijo: “Podeís decir Viva España, Viva Franco o Muera la República. Pero gritar VIVA LA MUERTE, es una abominación”.
Cualquier cosa que se diga, inmediatamente será catalogada como “afecta al chavismo” o “producto de la mezquina maquinaria de la oligarquía golpista y opositora”.
Ante el reciente cierre de RCTV, sólo parece posible escoger uno entre dos caminos: o brincamos de alegría o temblamos de indignación.
Mientras miles de venezolanos salen a las calles a protestar por el cierre de una emisora que durante décadas sembró en el venezolano chabaquismo, vulgaridad e ignorancia, otros tantos se disponen a sintonizar con fanática devoción ese nuevo bodrio televisivo llamado TVes.
Ni los unos ni los otros parecen detenerse a pensar por un minuto en el brutal golpe que ha sufrido la libertad de expresión de TODOS los venezolanos, ni en la forma inescrupulosa en que los grandes medios televisivos han hecho (y continúan haciendo) uso de esa sagrada libertad.
El cierre de RCTV es una prueba fehaciente del bandolerismo político del actual régimen. Y por ello, tal vez éste sea el mayor error político de Chávez y sus secuaces.
Sin embargo, si hacemos un esfuerzo por retomar nuestro derecho a la opinión inteligente, RCTV merecía ser cerrada. Y no sólo ella, con sus degradantes telenovelitas, sino Venevisión y su estética cultural de “Sábado Sensacional”, o VTV con abusiva y marginal “Hojilla”, o Televen, la cual en más de veinte años de programación no ha logrado consolidar una producción propia y digna, sino un chorizo de enlatados gringos y brasileros.
La violencia, la marginalidad, el melodrama barato, el mal gusto, el peor gusto, para decirlo abiertamente, parece el patrón que unifica las imágenes que iluminan las pantallas de los televisores venezolanos.
Hace pocos días volví a releer un artículo del productor y animador de televisión Renny Ottolina: “Juicio a la televisión venezolana”. En este breve pero contundente ensayo, Ottolina señala, con certera puntería, la asquerosa filosofía, moral y estética bajo la cual se ha producido televisión en el país.
Para las nuevas generaciones, que tal vez sólo hayan escuchado de referencia el nombre de Renny Ottolina, es oportuno señalar que en su programa dominical “Renny Presenta…”, el espectador venezolano tuvo la oportunidad de disfrutar de figuras como Ella Fitzgerald, Louis Armstrong, Marcel Marceau, Tom Jones, Charles Aznavour, Andy Russel, Chucho Avellanet, Facundo Cabral, Raphael. Forjó con sus propias manos, como si fuera un escultor que trabaja sobre el talento vivo de sus personajes, a figuras del espectáculo que aun hoy día, después de décadas de muertos o retirados del mundo del espectáculo, continúan sonando en los oídos y en el corazón de miles de venezolanos: Cherry Navarro, Raquelita Castaños, Mirla Castellanos, Gualberto Ibarreto, Mario Suárez, Héctor Cabrera, Adilia Castillo o María Teresa Chacín.
¿Cuándo, hoy día, podemos pensar (o soñar) que la televisión venezolana considere la posibilidad de presentar figuras de este calibre?
La televisión venezolana nos ha intoxicado durante años con figuras mediocres como Gilberto Correa, el manipulador Amador Bendayán o el patiquín Daniel Zarco.
Sin embargo, cabe interrogarse sobre la ética de un Gobierno que decide cerrar de un plumazo una emisora de televisión mientras esgrime, con solemne ironía, que lo hace únicamente protegiendo la libertad de expresión.
¿De qué habla Chávez cuando habla de la Libertad de Expresión? ¿De qué habla Marcel Granier cuando se escuda tras la libertad de expresión mientras produce una de las peores televisiones del mundo?
Me viene a la memoria un episodio ocurrido en el auditorio de la Universidad de Salamanca en los albores de la guerra civil española (12 de octubre de 1936), en donde un grupo de personas comenzaron a vociferar “Viva la Muerte”.
El rector de esa Universidad, el escritor Miguel de Unamuno, indignado, tomó la palabra. Dijo: “Podeís decir Viva España, Viva Franco o Muera la República. Pero gritar VIVA LA MUERTE, es una abominación”.
JUICIO A LA TELEVISIÓN VENEZOLANA
Renny Ottolina
Renny Ottolina
La revista Semana me ha solicitado que enjuicie la televisión venezolana. No es un pedido fácil eso de «enjuiciar». Enjuiciar es un verbo comprometedor pero las situaciones comprometidas son, la mayoría de las veces, las más interesantes. Al enjuiciar a la televisión venezolana lo hago como un espectador más. Siendo un medio de comunicación masiva y, como tal, sujeta al juicio público, quienquiera que vea televisión tiene derecho a enjuiciarla. En este derecho común a todo baso la autoridad de mi juicio. Que esa autoridad cuenta con los recursos que me da el ser un profesional de la televisión es otra cosa. Pero quiero dejar claro que, más que como Renny Ottolina, en este análisis me sitúo como un venezolano más que tiene televisor en su casa, que tiene esposa e hijos y tanto él como su familia ven televisión.
La televisión venezolana, hoy por hoy, no aporta lo que debiera a la cultura nacional. Es más, su influencia es, quizás, negativa. Para tener un punto de partida me veo obligado a comenzar por el final, que en caso de un juicio es el veredicto. Encuentro la televisión venezolana culpable de ignorar la dignidad de los habitantes de nuestro país. Paralelamente la encuentro culpable de desidia en su programación y de pecar de ligereza en cuanto a la responsabilidad que implica su inmenso poder. Responsables por igual de esta situación: los patrocinantes, las agencias de publicidad y las estaciones de televisión. Conocido el veredicto y los culpables estudiemos las razones determinantes, y veamos cómo un principio razonable puede ser distorsionado por una miopía de la industria, hasta el punto de convertirse en causa del mal causado.
El anunciante, a través del medio de comunicación masiva, busca un máximo de personas a quienes hacer llegar su mensaje comercial. Las agencias de publicidad recomiendan los medios que consideren apropiados para lograr este propósito, bien sea prensa, radio o televisión. En este último caso el factor determinante es la audiencia promedio que pueda tener un programa. En nuestra industria esto se conoce como rating. Patrocinantes y agencias quieren, pues, programas de alto rating que las estaciones de televisión deben producir. Mientras más personas vean un programa, tanto mejor, porque a más personas llega el mensaje comercial. Hasta aquí el planteamiento es bueno. El principio es razonable. Pero es aquí donde surge la miopía que distorsiona la responsabilidad paralela que da a la televisión su tremenda influencia dentro de la vida familiar. Patrocinantes, agencias y estaciones parecen olvidar que además del derecho y necesidad de anunciar productos, está el deber de saberlo hacer. Es en esto en lo que yo creo que la televisión venezolana está equivocada desde hace muchos años y en lo que va, cada vez más, de mal en peor. Patrocinantes, agencias y estaciones de televisión no vacilan en producir los programas y las cuñas comerciales más vulgares, chabacanas y asombrosamente denigrantes para lograr el más alto rating posible. Su razonamiento aunque equivocado, es por demás sencillo: «Hay que llegar al grueso del público». O lo que es lo mismo, también en el lenguaje de nuestra industria, a las clases socioeconómicas C, D, E traducido al lenguaje de todos los días a las grandes masas, que son siempre los más pobres, pero que son básicas para el consumo de productos de fabricación masiva. «Hay que llegar al grueso del publico»... la televisión venezolana suelta entonces sus andanadas diarias de telenovelas donde las hijas se disputan el marido de la madre, la madres no saben quiénes son sus hijos o donde los hijos no saben quiénes son sus padres. Gracias a este concepto de la televisión surge el programa donde un hombre, impulsado por la necesidad o la ignorancia, no vacila en exponerse al ridículo a costa de su dignidad, a cambio de unos pocos bolívares. Hasta hace muy poco la televisión venezolana, no satisfecha con su esforzada labor hacia el descenso de los más elementales valores de la dignidad humana, consideró más que necesario, imprescindible, programar espectáculos filmados cuya base son el terror y la violencia, en horas cuando la televisión venezolana estaba absolutamente segura que habría más niños encendiendo televisores y, por lo tanto, aumentando el rating. Pero si todo lo anterior fuese poco, las cuñas comerciales en su gran mayoría, acostumbran a los televidentes venezolanos a gritar, a hablar mal nuestro idioma, y a comprar algunos productos por la razón primordial de que son estímulos del sexo. Todo eso pagado muy a conciencia por las agencias publicitarias respectivas y programado muy a conciencia por las estaciones televisoras respectivas.
A mi entender, al pensar que las clases económicosociales menos avanzadas sean, por su escasa o ninguna educación, básicamente estúpidas y vulgares es un gravísimo error. El ser humano tiene una tendencia natural hacia lo mejor. La televisión venezolana no estimula esta tendencia, si por el contrario, hace todo lo posible para desvirtuarla. El hecho de que una persona no haya recibido la educación a la cual tiene derecho, el hecho de que una persona no tenga la capacidad adquisitiva que ojalá tuviera, no hace de ella una persona vulgar, chabacana e indigna. Solo la hace desgraciadamente, pobre e ignorante. Pero la calidad humana sigue estando allí, al alcance de quien quiera estimularla. Con contadísimas excepciones, patrocinantes, agencias y estaciones ignoran este hecho. La televisión venezolana está cometiendo el grave pecado de subestimar al público venezolano con el agravante de que, haciendo gala de una inconsciencia inconcebible, lo está haciendo a conciencia.
Una persona ignorante frente a una persona con conocimiento es, en cierta forma, como un niño. Ese « grueso del público» famoso es el niño. Me llena de tristeza ver que se engañe a un niño, porque lo que la televisión venezolana está diciendo a su pueblo no es toda la verdad de la vida: la vida no es solamente gritería, la vida no es que sea normal el que nazcan niños de padres desconocidos. La vida tiene valores que son los que la televisión venezolana no está enseñando al niño. No se puede ni se debe pagar el rating a costa de la dignidad del venezolano y lo que patrocinantes, agencias y estaciones no han llegado a preguntarse todavía es si no venderían más los productos anunciados o por lo menos en igual cantidad, destacando valores positivos en lugar de exaltar los aspectos negativos de la vida. Y no es tan complicado. Ni siquiera es difícil.
La televisión tiene una influencia en el hogar mucho mayor que la de cualquier otro medio de comunicación masiva. Su fuerza es terrible. Esa fuerza implica una mayor responsabilidad. Quien no sabe asumir esta responsabilidad no está a la altura de la fuerza de la cual dispone. Es hora de que la televisión venezolana esté a la altura de su fuerza. Es hora de que la competencia entre estaciones cese en su lucha por demostrar quién puede ser el más vulgar de todos. Es hora que la competencia sea para ver quién puede lograr el mayor respeto, el mayor aprecio y el mayor cariño de la comunidad venezolana. Los patrocinantes no deben pagar programas donde haya situaciones que vayan en contra de la dignidad familiar ni aquellos que puedan deformar la percepción que los niños deban tener de la vida. Las agencias de publicidad tienen la obligación de no recomendarlos las estaciones de televisión tienen el deber de no producirlas.
Tremenda fuerza de este medio y los 75.000.000 Bs. que anualmente se invierten en televisión, el 20% es comisión de las agencias publicitarias, implica un mínimo de deber para elevar el nivel de las clases socioeconómicas más bajas. De ninguna manera da el derecho de denigrarlos más aún. Yo estoy convencido de que se puede tener éxito con la televisión, trabajando dentro de un mínimo de dignidad. Pensando con sinceridad que hay principios elementales que es necesario respetar. Actuando con el convencimiento de que es mucho lo que se gana cuando lo que se da es también mucho. Y no deja de ser descorazonador el recordar que hace 12 ó 14 años, en sus comienzos, la televisión venezolana tenía una calidad de altura excepcional.
Es, además, económicamente aconsejable hacer los máximos esfuerzos por elevar los niveles de ese «grueso del publico» a quien hoy por hoy se le dan gritos y situaciones equívocas por la televisión. Es del propio y básico interés de los patrocinantes de hoy en día el que la población venezolana tenga un nivel de educación más alto lo antes posible, por cuantos mayores sean los conocimientos de esa masa mayor será su poder adquisitivo. Hacer hoy todo lo posible por mejorar intelectualmente a la gran masa venezolana, es el mejor seguro de supervivencia con el cual los industriales de hoy pueden contar en un mañana muy cercano, es absurdo, que en vista de lo anterior, no sepan aprovechar mejor la magnífica oportunidad que la televisión ofrece para este propósito. Quienes pagan a la televisión deben hacerse un examen de conciencia y preguntarse en qué lugar queda su responsabilidad para con el país. Las estaciones de televisión deben estar en capacidad de ofrecer programas que puedan ser comprados por esos patrocinantes que se han hecho ese examen de conciencia. Y las agencias de publicidad no deben vacilar en recomendar, además de la cosa cuantitativa, el valor cualitativo. De no ser así yo predigo que la televisión venezolana se irá hundiendo cada día más, en su mar de irresponsable vulgaridad con la única consecuencia de provocar la intervención del Estado. Y tendrá que intervenir el estado atendiendo el clamor de los hombres y mujeres responsables del país, que cada día hacen sentir más fuerte su voz de justa protesta.
Cuando estemos en manos del Estado habremos perdido la libertad de competencia, la libertad de escogencia entre canales, y con toda probabilidad habremos perdido la libertad de expresión; como es lógico pensar por cuanto ningún gobierno en su sano juicio va a permitir que se use un medio por él directamente controlado para que se le hagan críticas que podrían ser acerbas si así lo ameritase la situación de tal gobierno. ¿De quien será entonces la culpa? La respuesta es una sola: de quienes hoy en día pagan y administran la industria de la televisión venezolana.
Soy solo un venezolano más que tiene televisor en su casa y que con su familia ve televisión. Como tal creo hacerme eco del hombre pobre que quiere dejar de serlo si tan solo le dieran la oportunidad de saber un poco más de lo que sabe, y del hombre pudiente que tiene en sus manos la decisión final de este problema.
Ambos, estoy seguro coincidirán en pensar que nuestra televisión debe seguir el camino correcto para construir el algo, de lo mucho que puede al mejoramiento de la comunidad venezolana. No es mucho pedir.
Renny Ottolina
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