Hace años, cuando mi hermosa hija menor Nikita era una niña, ella y yo solíamos jugar en el carro, en medio de las eternas colas caraqueñas, a ser conductores de un programa radial al que llamábamos “El Mundo al revés”. Allí, nosotros volteábamos todos los valores del mundo. Por ejemplo, recomendábamos a nuestros imaginarios radioescuchas no tomar por la autopista Francisco Fajardo, ya que estaba asquerosamente despejada. En cambio, les aconsejábamos conducir hasta la autopista de Prados del Este, para que pudieran disfrutar de una formidable tranca. En una oportunidad Nikita me entrevistó a mí mientras yo caracterizaba a un político que prometía corrupción, hambre, delincuencia y pobreza. La entrevistadora, mi hija, decía: “Candidato, con esas promesas usted será, sin duda, nuestro próximo Presidente”. Y así, cosas por el estilo.
Como suele suceder, con los años mi hija Nikita y yo, hemos sido testigos de que realidad, tarde o temprano terminó por superar a la imaginación, por más afiebrada y loca que ésta haya sido.
Hoy los venezolanos vivimos en un mundo al revés. Un mundo, o un país, en donde los valores han sido trastocados de una manera espeluznante. La diputada “fosforito” golpea frente a las cámaras de televisión, en vivo, a su entrevistador, para luego afirmar que “ellos”, (¿los chavistas?), son enemigos de la violencia.
Nuestro Presidente habla sin la menor cautela sobre la “Guerra de los Cien Años” contra el imperio gringo, y acto seguido se declara el líder de una revolución bonita, llena de amor y de paz. Se mueve como un patriota nacionalista al mismo tiempo que abre las compuertas a la más inaudita invasión extranjera (la cubana) que nunca ningún país en la historia del mundo llegó a padecer: una invasión por invitación.
En su alocución del 3 de diciembre en la madrugada, acepta, con una ira contenida, el triunfo de sus “enemigos”, y 48 horas más tarde califica o descalifica ese triunfo legal y legítimo, absolutamente ajustado a sus reglas y computado por las manos de sus más serviles colaboradores, como una “victoria de mierda”.
El mundo al revés, según Chávez.
Lo cierto es que el bien merecido triunfo del NO, es una victoria de una envergadura y de unos alcances muchísimo más grande de lo que la oposición y el mismo chavismo son capaces de asimilar y digerir en este momento.
Este triunfo no es, ni de lejos, la estocada mortal contra Chávez. Es apenas una pequeña herida asestada contra un gigante que se consideraba a sí mismo no sólo invencible, sino intocable.
Los resultados electorales deben ser analizados con la frialdad de un matemático, la pasión de un guerrero y la malicia de un bandolero.
Un gigantesco error sería considerar que esta victoria es un triunfo de la oposición. NO. Este triunfo es una victoria de Venezuela. La abstención de la oposición (por negligencia, por cansancio, por fijar una postura ante la ilegalidad de origen de la propuesta de Reforma planteada por Chávez) fue abrumadora. Entre los 4.260.014 votos obtenidos por el “NO”, hay que reconocer una importante participación de chavistas.
La conclusión es obvia: la salida democrática de Chávez está en manos de los propios chavistas. Así como en el pasado los adecos y los copeyanos fueron eliminados del escenario político por los propios adecos y copeyanos (¿o es que acaso los chavistas nacieron de la NADA, y a los adecos y copeyanos se los tragó la tierra?)
El conjunto de electores venezolano es uno solo. Hasta hace un año, el número de votantes que apoyaban a Chávez y todas sus propuestas era sensiblemente superior a los que lo adversaban.
Como no hay manera de “crear” nuevos opositores de la nada, el único camino de la oposición para incrementar sus filas es y será, restárselas al chavismo.
En este momento la oposición cuenta a su favor con un importante número de chavistas que, al menos momentáneamente, han dejado de lado su fanático fervor ante el autoritario líder y se han permitido la posibilidad de pensar y actuar con criterio propio. Eso no es poco.
Pero es PRECISO que las fuerzas opositoras encuentren el camino para CONECTARSE con esa masa de electores y logren mantenerla de nuestro lado. No estoy seguro de que sean capaces de hacerlo, a menos que sean capaces de cambiar su discurso y su óptica política.
¿Hasta cuando los cabecillas de la oposición, los que tienen acceso a los micrófonos de las radios, a las cámaras de televisión y a las tarimas de los encuentros políticos, van a insistir en llamarse a sí mismos y a sus seguidores como la SOCIEDAD CIVIL?
La Sociedad Civil me suena a mí y a los chavistas duros y blandos a Martha Colomina, a Chacao, a Sambil.
Pueblo. Somos Pueblo, ¡carajo!. La oposición TAMBIÉN es Pueblo.
En rigor, este importantísimo triunfo del “NO”, no es un verdadero triunfo de las fuerzas opositoras, sino un fracaso de Chávez. El resultado es el mismo. Pero no es lo mismo darle muerte al enemigo a que el enemigo, el solito, por sus propias manos, se haya suicidado.
El país está sediento de futuro. El presente, este presente chavista, se ha comenzado a parecer demasiado al pasado adeco-copeyano. O peor: nunca antes hubo tanta corrupción y tanta miseria. Nunca como ahora ha habido tanto poder para el que gobierna, y tanta humillación para los que somos gobernados.
El país aspira a una VI República. A un país distinto al reinado de adecos y copeyanos, y a un país distinto a esta pesadilla chavista.
Los héroes de esta honrosa jornada electoral han sido los estudiantes, libres de todo pasado, y Baduel: el soldado apegado a derecho que no busca otro objetivo que mantener el hilo constitucional de la República.
María Isabel, la ex-Primera Dama, jugó un rol menor, pero sería injusto restarle méritos a su valentía.
Héroes Anónimos hubo muchos: millones!!! Todos los venezolanos que acudimos a las urnas a votar, siendo chavistas u opositores, a cumplir con nuestro deber.
Un último comentario: ¿acaso alguien se cree el cuento de que Chávez y sus secuaces aceptaron su derrota con menos de 1% de diferencia?
No me jodas!!!
La diferencia fue arrolladoramente mayor. SIN LUGAR A DUDAS.
En mi humilde opinión, Chávez ha pronunciado dos frases históricas. Una de ellas, el 4 de febrero de 1992, sometido y rodeado de cámaras: “Por ahora”.
La segunda, un poco más reciente, el 3 de diciembre de 2007, a los pocos minutos de su segunda derrota: “Le aconsejo a la oposición que sepan administrar su victoria”.
Es un buen consejo. No importa de donde venga, ni que venga de nuestro peor enemigo. Creo que Chávez nos debía ese consejo.
Nikito Nipongo Nada.
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