NIKITO NIPONGO NADA
Mi tía Lucrecia, Lucrecia Nipongo, es chavista. De corazón. Eso, a primera vista, podría sonar a elogio para el mismísimo Chávez. Pero a mi juicio, no lo es. Para mí no es más que una víctima de una epidemia colectiva que, sin razón ni derechos ni argumentos, se ha apoderado de un inmenso número de venezolanos.
Mi tía Lucrecia es una descontenta. Jamás fue creyente ni una verdadera católica. Muy al contrario: su juventud estuvo marcada por las fiestas y las rumbas. Y eso no está mal. Bien por ella. Lo malo es que un buen día, a pesar de haber educado a sus hijos bajo la religión católica, ella se volvió evangélica. Eso tampoco está mal, a no ser porque esa conversión asumió parámetros de fanatismo. De la noche a la mañana, no fue capaz de mover un dedo sin antes invocar el sagrado nombre de Dios. Un Dios estricto, severo, implacable.
En mis años de niñez, recuerdo que nada tan indiferente a mi tía Lucrecia como la política. Lo de ella era una rumba. La fiesta. El desenfreno.
Pero de la noche a la mañana, como antes se volvió evangélica, mi tía se volvió chavista.
Ahora, ella cree en el socialismo, a pesar de que está consiente de que todos los personeros y cómplices del Régimen andan en sendas camionetas, y ella sigue andando a pie, como siempre. Ella está conciente de la enorme corrupción que reina entre los funcionarios oficialistas. Sin embargo, lo acepta, ya que “Chávez no puede arreglarlo todo en un solo día: hay que darle tiempo”.
Hace pocos minutos he hablado con ella por teléfono, para disuadirla de su voto para mañana domingo 2 de diciembre. Sin embargo, ella no tiene dudas. Su voto será para el SI.
Hoy día, mi tía Lucrecia es mucho más pobre que hace diez años. Ella le achaca esa pobreza a su vejez: ya anda bordeando los 80 años.
Lo primero que me dijo al tomar el teléfono, es que ella es muchísimo más vieja que yo, que me lleva muchísima más vida, y que, en consecuencia, ella tiene una riqueza de vida que yo no tengo, y el equivocado soy yo, jamás ella.
No importa que yo tenga dos carreras universitarias y dos post grados. No importa que yo haya ganado premios nacionales e internacionales producto de mis investigaciones. Ella es más vieja que yo y, por tanto, ella sabe más que yo.
Mi madre murió en los albores del año 2000. Le he recordado a mi tía Lucrecia que ella, mi madre, era más vieja que ella. Aún así, ella, mi madre, fue una radical antichavista desde el mismísimo 4 de febrero de 1992. Ella se defiende que mi madre, que en paz descanse, siempre fue una adeca de corazón, ya que mi padre, Adonde Nipongo, fue un líder adeco de la resistencia perijemenista de los años 50. Y que él, mi padre, le había lavado el cerebro.
Le recuerdo que yo jamás he sido adeco, mucho menos aún copeyano. Ella se defiende diciéndome: “pués yo no lo sé”.
Me temo que mi tía tiene una respuesta para todo.
Ella, mi tía Lucrecia, me ha dicho que no sólo va a votar por el SI, sino que espera que Chávez se siga luciendo internacionalmente como hasta ahora lo ha venido haciendo.
Lo que para nosotros, la Venezuela sedienta de libertad y de dignidad es una humillación internacional, para mi tía Lucrecia es un orgullo patrio.
Que Zapatero haya salido en defensa de su más acérrimo opositor (Aznar), y que le haya brindado a Chávez una ejemplar lección de que al enemigo, antes que nada, hay que respetarlo, para mi tía Lucrecia no significa nada. Ella está feliz y ORGULLOSA de que Chávez se haya comportado como un verdadero patán.
Entre gritos (lo juro, no pude evitarlos) le he explicado a mi tía que yo pienso y creo que el socialismo es una tendencia política absolutamente respetable en el mundo. Pero, le he dicho, “tía, esto no es socialismo: lo que se nos viene encima es una monarquía chavista”.
Pero a ella eso no le importa. Creo que incluso no le importa vivir al borde de la indigencia. A ella lo único que le importa es sentirse que “ahora” tiene el Poder.
A ese fanatismo de mi tía Lucrecia (antes rumbera, ahora evangélica y chavista) es al que mañana nos vamos a enfrentar.
Le he recordado a mi tía que las personas más cercanas a Chávez (Miquelena, su “padre” político, María Isabel, su ex-esposa, Baduel, el General de la Dignidad, hoy día se le oponen ante este golpe de estado constitucional.
A ella nada de esto la llama a la reflexión. Para ella, para mi tía, ellos no son otra cosa que TRAIDORES.
Siempre he dicho que no podemos desesperarnos ante la voluntad y el deseo de salir de Chávez. Siempre he dicho que Chávez no es otra cosa que la más lamentable consecuencia de querer salir de los adecos y los copeyanos a como diera lugar, a cualquier precio.
Sin embargo, hoy día pienso que hay que salir de Chávez, hay que salir de esta farsa llamada “socialismo-revolución” a como dé lugar.
No podemos continuar permitiendo que un alucinado continúe pregonando a diestra y siniestra “la guerra de los cien años” contra Bush y sus secuaces, sin que nadie en este país Tenga las BOLAS de hacer y asumir lo que hay que hacer.
Nada más lejos de mi intención que invocar un golpe de Estado por parte de los militares. Aún así, me permito recordarles que tarde o temprano tendrán que rendir cuentas ante su sumisa actitud ante locura llamada CHAVISMO.
A mi tía Lucrecia la salva su ignorancia y sus buenas intenciones. Pero a los Generales, a los Coroneles, a los Gobernadores, a los Alcaldes chavistas, a ellos la Historia ya los tiene condenados.
Una flor: antes de terminar mi llamada telefónica, mi tía Lucrecia me dijo que si acaso ganaba el NO, bajo el supuesto más que negado, era porque la oposición había ejecutado un FRAUDE.
No me jodas, tía. Con todo el respeto.
Para mí, este es el comienzo del fin. Aunque Chávez gane o pierda, este es el comienzo de su final. Él mismo buscó y eligió la calle ciega en donde encontraría su final.
Vota. Hoy debes votar. Vota según tu preferencia.
Pero no importa que seas chavista o antichavista: ni en uno o en otro caso, tienes derecho a regalarle a u solo hombre el destino de un país.
Venezuela es mi tierra, mi vientre, mi madre.
La estrella, la protagonista de toda esta contienda no somos ni tú ni yo: es la Patria.
Una Patria que hay que saber amar. Hasta con la vida. No puede haber ningún proyecto político que sea superior a la Patria. Ante que chavistas u opositores, somos venezolanos.
No voy a pedir que votes SI, o NO. Vota, simplemente, por Venezuela!
Venezuela es de todos. Siempre, hasta ahora, ha sido de todos.
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