lunes, 23 de julio de 2007

¿Te imaginas a Janis Joplin cantando medio desnuda para un video clip?




Voy a compartir con ustedes un cuento que escribí hace un par de años... Ojalá les sirva de algo la próxima vez que vean un video-clip... jajaja!!!




Mente VI


Esto no es cuento, ¿estamos? Esto es un deseo.

Los cuentos evocan hechos ocurridos. En cambio esto, con mil toneladas de suerte pura, algún día se me cumplirá.

Tenemos una banda de rock (En-chave nacional) y no nos ha ido nada mal. Nuestro primer CD lo grabamos, como dicen, prácticamente en el garaje de mi casa, al mejor estilo de Stevens Jobs y sus sumadoras de silicio. Las copias las hicimos en el quemador de Richard, que era lentísimo (el quemador, no Richard). Luego les dejábamos en consignación los CD's a los buhoneros de Sabana Grande, Plaza Caracas y El Cementerio, aunque realidad nuestros mejores compradores los teníamos en los pasillos de la Universidad Central de Venezuela. Hay que reconocer que la foto que nos tomó Lorena fue espectacular, pero no menos fabulosa fue la diagramación de la carátula que nos hizo Mariè-Catherine. Eso fue de gran ayuda. Pero no fue lo determinante. A pesar de que éramos unos solemnes desconocidos, nos compraban porque tocábamos en cuanta cervecería nos contratara, así la paga fuera miserable. Los dedos nos sangraban de tanto darle y darle a las guitarras y la voz la perdíamos allí mismo de tanto gritar y gritar. Hacíamos concesiones como bestias y nos prestábamos para rememorar clásicos de los Bee Gees o Los Beatles para que las muchachitas medio entonaditas dieran rienda suelta a sus veleidades artísticas. Pero lo que realmente nos interesaba era tocar nuestra propia música y decirle a la gente que podía comprar el CD en tal o cual esquina. Y la cosa, aunque suene increíble, nos funcionó. Éramos la propia banda underground. Tocamos en todos los antros de Las Mercedes, pero no le teníamos miedo a meternos en Caricuao o El Paraíso. En esa época llegamos a tocar incluso en “México Lindo”, un lugar especializado en rancheras. Claro, nos preparamos un set bien jalisqueño, pero igual metíamos lo nuestro.

Bueno, para no dar la lata con tanta historia, el caso es logramos entrar en un par de programas de televisión y ya la gente comenzó a vernos de otra forma. Los empresarios Sounds Records se fijaron en nosotros y así, en un verdadero estudio, grabamos nuestro segundo CD, en el cual incluimos Condones umbilicales, Maleza candelera y El Ávila podría ser un gran tiradero verde, las mejores de nuestro primer álbum. Luego vino lo que se considera como la verdadera graduación como una banda profesional: nuestro primer video-clip.

A pesar de que todo el personal, desde el guionista, el productor y hasta el director del video-clip, fueron extremadamente respetuosos con nuestro punto de vista a la hora de tomar decisiones, a mí todo ese asunto no me gustaba mucho. Richard y Rolando estaban que saltaban de felicidad. A Javier, que siempre todo le da lo mismo, la cosa ni lo ponía alegre ni lo ponía triste.

El video fue todo un éxito. Y al final, hasta a mí me gustó. El tema elegido fue Aparta-2 del corazón. Aunque el presupuesto era irrisorio, logramos filmar en los sitios más emblemáticos de Caracas. Sitios que usualmente están atestados de gente como las estaciones y vagones del Metro, la plaza Bolívar o el Centro Comercial Sambil. Lo interesante, es que esos lugares estaban totalmente solos en el video, sin gente, apenas transitados por un hombre y una mujer que caminaban en medio de esa gran soledad sin que lograran verse en ningún momento, aunque caminaran muy cerca el uno al lado del otro. A estas imágenes solitarias se les interpolaban otras repletas de personas. Fue brutalmente bueno, se los juro. Pero había algo que no me gustaba, pero no sabía qué era ni cómo expresarlo.

Ahora somos más o menos famosos. Hemos grabado cuatro CD's y filmado otros tantos video clips. Tenemos un promedio interesante de ventas y es raro cuando no andamos tocando en algún lado, ahora sí con buena paga. Internacionalmente la casa disquera nos ha organizado algunas pequeñas incursiones en Colombia y en Curazao. Una vez tocamos en Miami, pero eso fue un error, ya que éramos una entre casi treinta bandas, todas aficionadas.

Como es normal, tenemos nuestros ídolos y nuestras leyendas negras. Por ejemplo, nos gustaría ser como Tafeta Cuba, Molotov, Frijoleros o Manu Chao. Detestamos a morir la música de Maná o La Ley. Tanto así que cuando queremos alegar que un acorde, un ritmo o un estribillo no nos gusta para nada, decimos: “eso me suena a Maná”.

Pero yo tengo un deseo, un sueño muy profundo que algún día espero poder cumplir, aunque no estoy muy seguro de que Richard y Rolando me acompañen en esa. Javier es otra cosa, y sé, por como hemos hablado sobre este asunto, que él comparte mi punto de vida.

Allí les va. Un día espero que seamos una verdadera Mega Banda. Unos Monstruos Sagrados como el solista Charly García o el grupo, ¡vaya pretensiones, ¿no?! , los Rollings o Pink Floyd. Es decir, que deberíamos ser como los Bill Gates del rock. Digo, que de verdad habría que ser un verdadero gigante para hacer lo que yo quiero hacer.

Un día me reuniría con mi representante y los capos de la disquera para anunciarles nuestra irrefutable determinación de regresar a la música pura y que, en consecuencia activa, ya nunca realizaríamos ni un maldito video clip más. ¡Ja! ¿Qué les parece?

Haríamos historia, compañero. Seríamos así como los libertadores del yugo que la imagen cinematográfica le ha impuesto tiránicamente a la música durante más de treinta años.

Por decir algo, la música es como un poema. En realidad no es tanto lo que dice, como lo que es capaz de decir en la mente del que lee el poema o escucha la música. Un acorde, una palabra, un rasgado de guitarra, ¿cuántas imágenes y sensaciones es capaz de evocar? Pero no. Ahora vienen los de la industria y te dicen que ese pedacito de tu música es una muchachota bien rica, inexplicablemente sola, mostrando las piernotas mientras sufre maldeamores.

¿Qué imágenes le pondrías a Summertime de Janis Joplin? ¿Cuáles a Star splanged banner, de Jimi Hendrix? ¿O a la inigualable versión de With a little help from my friends, de Joe Cocker? ¿O a Roll over Berthoven, de Chuck Berry? Eso era música, ¡por favor!, y no necesitaba imágenes. Es como si una fotografía dependiera de un título genial para poder hacerse apreciar a sí misma.

Más que a Maná, en secreto, detesto a Eminem. Eso ni es un cantante, ni un músico, ni un artista (la más hermética y permeable de las etiquetas): es un cirquero, un payaso rodeado de cámaras. Fíjate. Miro los videos de Christina Aguilera o María Carey y están al borde de la cuña erótica, en donde más que la MÚSICA, lo que importa son las nalgas de la Aguilera o las deliciosas piernas de la Carey. ¿Dónde quedaría hoy día Janis Joplin, gordita y pecosita como era? Su show, su majestuoso show, no era mostrar el culo: era cantar. Cantar como una maldita diosa. ¿Por qué a la música de Ella Fitzgerald o a la de Louis Armstrong nadie les exigió nunca un video clip, y ahora la industria se lo imponen a Moby o a Björk? ¡Joder por el culo, cabrones! Esperen a que yo sea uno de los grandes, de los verdaderamente grandes, y verán.

Para que no digan que soy un radical, haré una concesión: un último video clip. En los '70 Jethro Tull y su grupo no se dejaban ni siquiera fotografiar. No eran modelos, decían, y lo suyo y lo que ellos daban, era música. Así eran los padres de Budapest. Bueno, mi concesión: un último video clip. Es decir, YO, mi banda, la En-chave nacional, cuando nos tengan que acariciar las glándulas reproductoras (huevos vulgaris) para que nos dignemos a tocar una maldita canción. En ese momento, ese es mi sueño, yo mismo escribiré la letra y la música de la canción, realizaré el guión, diseñaré el escenario, escogeré a los actores y seleccionaré al director, a uno bien sumiso y obediente.

La cosa será una meta-cosa. Es decir. El video clip será la grabación de un video clip. Como siempre nos lo han impuesto a nosotros, tendremos una muchachotas de los más buenotas, pero veremos como las preparan, como las maquillan, como les bajan las blusas y le suben las falditas para que le eviten esfuerzos a la imaginación del espectador. Luego, las chicas, haciendo tomas frente a claquetas tratando de conseguir melancólicas miradas. Intercaladas, imágenes de la muchachota comiendo cachitos de jamón y bebiendo pepsicola. Siempre he tenido la imagen de que las chicas que toman pepsicola, serán unas viejas celuliticas y regordetas a los treinta años. Pero, en fin. En una playa solitaria y sucia, mi banda toca la canción (cuya letra y música yo he compuesto, no se olviden de eso), todos con una cara de alegría muy fingida. Al fondo, tres letras: T-M-V. Con cada corte, las enormes letras, van formando anagramas: V-T-M. V-M-T. T-V-M. De pronto, y sin ninguna justificación narrativa (muy a lo video clip), una adolescente mirando videos musicales en la tele. Aparece, malhumorada, una señora que debe ser su madre. Exasperada, le grita a su supuesta hija (en ese momento la música se ha detenido y la secuencia parece la de una película): mente-vi, mente-vi, todo el día no haces más que ver mente-vi. Corte a secuencia con mi banda en la playa. Las agigantadas letras ahora se han ordenado de forma M-T-V. Los chicos de mi banda y yo nos negamos a seguir sonriendo a la cámara y dejamos de tocar (recuerden que ya somos una mega banda y podemos hacer prácticamente lo que nos salga de los cojones). Lo primero que hacemos es derribar las malditas letras de MTV, luego le entramos a carajazo limpio al boom del micrófono, a las cámaras Panavision, al director que (sumiso y obediente huye corriendo), a los productores y a cuanto asistente se nos atraviese. La acción es registrada por una última cámara, a la cual terminamos por derribar. La imagen, abruptamente, se va a negro. Todo esto no debe durar más de cincuenta segundos.

Sobre la imagen en negro, la música regresa y vuelve a sonar, ahora con un ritmo más subyugante, auténtico y genuino. El resto de la pieza transcurre con la imagen del video-clip en negro. Tres segundos después del último acorde de la canción, aparece una frase en letras blancas sobre el mismo fondo negro: LA PRÓXIMA VEZ, BÚSCANOS EN LA RADIO.








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