Los resultados de la consulta nacional en torno a la Enmienda Constitucional, dados hace pocos minutos por el CNE, órgano rector venezolano de todos los comicios electorales del país, han sumido al país en un tenebroso silencio, haciendo de esta quizás una de las noches más oscuras de la historia de nuestro amado país.
Una derrota es una derrota y no hay, ni debería haber, subterfugios triunfalistas para mitigar la amarga experiencia. Sin embargo, no estaría mal recordar que lo de hoy no fue una elección, sino una consulta. Una consulta cuyo resultado ha puesto en la mano de Hugo Chávez un boleto para poder presentarse, una vez más, como candidato presidencial.
La prisa con la que el mandatario presidencial ordenó realizar esta nueva justa electoral, puso de manifiesto que mucho más temprano que tarde el gobierno deberá tomar drásticas medidas económicas y sociales en detrimento de la calidad de vida del venezolano.
Ya Chávez y su camarilla no disponen de ese gigantesco chorro de petrodólares que hasta sólo unos pocos meses había sido la base económica para llevar adelante una serie de programas sociales, llamados “Misiones”, a favor de gran parte de la población de menores recursos. Estos beneficios, en sí mismos, serían buenos, a no ser por su carácter populista y por su abierta intención de comprar conciencia y voluntades. De allí viene un enorme porcentaje del capital electoral de Chávez.
Venezuela no está blindada ante la profunda crisis que ha conmocionado al mundo a países como EEUU, los miembros de la Comunidad Europea o Rusia. Venezuela menos que ningún otro país puede estar inmune ante esta debacle cuando somos un país minero, mono productor, exportador de un bien cuyo precio es extremadamente sensible a cualquier variante política que se produzca en el mundo. Chávez ha demorado, a fuerza de recursos acumulados, el efecto de esta crisis. Agarro de las Reservas Internacionales, como quien agarra su libreta de ahorros personales, 12.000 millones de dólares para aplazar durante unos meses una odiosa y penosa realidad.
Lo quiera o no, le guste o le desagrade, medidas como la devaluación del mal llamado Bolívar Fuerte (como si alguien pudiera librarse del cáncer con sólo cambiarse el nombre o vestirse con ropa nueva) son inevitables. Queda pendiente la sinceración del precio de la gasolina o la implementación de nuevos impuestos. Pero poniendo por caso que la única medida sea la devaluación para generar bolívares inorgánicos que cubran los enormes compromisos laborales del Gobierno, será suficiente para disparar el índice de inflación, aumentar la tasa de desempleo, provocar el cierre de pequeñas y medianas empresas y alentar el desabastecimiento de alimentos. Pero lo peor de todo, será la desaparición o la drástica reducción en la asignación de recursos económicos a sus Misiones Sociales. Y es allí cuando se le trancará el serrucho.
Chávez se planteó esta consulta popular en torno a la Enmienda Constitucional que le permitirá ser reelegido de forma indefinida con una prisa que delata su plena conciencia de que, una vez que aplique sus ajustes económicos, su popularidad se vendrá al piso.
Consciente de ello, se jugó el todo por el todo. Durante dos meses de campaña, convirtió a “sus” Gobernaciones, Alcaldías, Ministerios e Instituciones públicas, en verdaderos comandos de campaña. Puso al servicio de su causa TODOS los recursos del Estado, infectando al país de vallas publicitarias, cuñas de radio y televisión, así como interminables cadenas en las que una y otra vez alardeaba de los logros de su gestión.
La batalla entre el Oficialismo y la Oposición fue una verdadera pelea entre un gigantesco y robusto Goliat contra un diminuto y escuálido David.
De esa forma, haber logrado más de cinco millones de votos por parte de la oposición, sin disponer de ningún tipo de recursos ni de la temible fuerza coactiva del Gobierno, es una muestra de la verdadera fuerza moral de la oposición.
Y eso, sin lugar a dudas, puede y debe ser tomado como un verdadero triunfo!
Una derrota es una derrota y no hay, ni debería haber, subterfugios triunfalistas para mitigar la amarga experiencia. Sin embargo, no estaría mal recordar que lo de hoy no fue una elección, sino una consulta. Una consulta cuyo resultado ha puesto en la mano de Hugo Chávez un boleto para poder presentarse, una vez más, como candidato presidencial.
La prisa con la que el mandatario presidencial ordenó realizar esta nueva justa electoral, puso de manifiesto que mucho más temprano que tarde el gobierno deberá tomar drásticas medidas económicas y sociales en detrimento de la calidad de vida del venezolano.
Ya Chávez y su camarilla no disponen de ese gigantesco chorro de petrodólares que hasta sólo unos pocos meses había sido la base económica para llevar adelante una serie de programas sociales, llamados “Misiones”, a favor de gran parte de la población de menores recursos. Estos beneficios, en sí mismos, serían buenos, a no ser por su carácter populista y por su abierta intención de comprar conciencia y voluntades. De allí viene un enorme porcentaje del capital electoral de Chávez.
Venezuela no está blindada ante la profunda crisis que ha conmocionado al mundo a países como EEUU, los miembros de la Comunidad Europea o Rusia. Venezuela menos que ningún otro país puede estar inmune ante esta debacle cuando somos un país minero, mono productor, exportador de un bien cuyo precio es extremadamente sensible a cualquier variante política que se produzca en el mundo. Chávez ha demorado, a fuerza de recursos acumulados, el efecto de esta crisis. Agarro de las Reservas Internacionales, como quien agarra su libreta de ahorros personales, 12.000 millones de dólares para aplazar durante unos meses una odiosa y penosa realidad.
Lo quiera o no, le guste o le desagrade, medidas como la devaluación del mal llamado Bolívar Fuerte (como si alguien pudiera librarse del cáncer con sólo cambiarse el nombre o vestirse con ropa nueva) son inevitables. Queda pendiente la sinceración del precio de la gasolina o la implementación de nuevos impuestos. Pero poniendo por caso que la única medida sea la devaluación para generar bolívares inorgánicos que cubran los enormes compromisos laborales del Gobierno, será suficiente para disparar el índice de inflación, aumentar la tasa de desempleo, provocar el cierre de pequeñas y medianas empresas y alentar el desabastecimiento de alimentos. Pero lo peor de todo, será la desaparición o la drástica reducción en la asignación de recursos económicos a sus Misiones Sociales. Y es allí cuando se le trancará el serrucho.
Chávez se planteó esta consulta popular en torno a la Enmienda Constitucional que le permitirá ser reelegido de forma indefinida con una prisa que delata su plena conciencia de que, una vez que aplique sus ajustes económicos, su popularidad se vendrá al piso.
Consciente de ello, se jugó el todo por el todo. Durante dos meses de campaña, convirtió a “sus” Gobernaciones, Alcaldías, Ministerios e Instituciones públicas, en verdaderos comandos de campaña. Puso al servicio de su causa TODOS los recursos del Estado, infectando al país de vallas publicitarias, cuñas de radio y televisión, así como interminables cadenas en las que una y otra vez alardeaba de los logros de su gestión.
La batalla entre el Oficialismo y la Oposición fue una verdadera pelea entre un gigantesco y robusto Goliat contra un diminuto y escuálido David.
De esa forma, haber logrado más de cinco millones de votos por parte de la oposición, sin disponer de ningún tipo de recursos ni de la temible fuerza coactiva del Gobierno, es una muestra de la verdadera fuerza moral de la oposición.
Y eso, sin lugar a dudas, puede y debe ser tomado como un verdadero triunfo!
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